Escribe: Pepo Garay - Especial para EL DIARIO
Al fondo, donde todo acaba, él empieza.
Mina Clavero, un eterno ladero de las maravillas provincianas, reposa incrustado en los patios traseros de las altas cumbres.
Envuelto en sierras y ríos, es el emperador del lugar. De rasgos salvajes y amenos, tiene el corazón bondadoso. Así se presenta ante el visitante.
Sus mejores ropas
Elegido por cientos de miles de personas cada año, este pueblo muta en ciudad durante el verano.
La movida que le da el turismo resulta en hoteles, cabañas y cámpings a reventar.
Adultos mayores y jóvenes en grupo de amigos, la diversidad también marca su talante.
Las consecuencias de esa mixtura se aprecian en la céntrica avenida San Martín.
Sobre la peatonal, restaurantes y cafés se llenan con pluralidad de edades.
Pero es durante el día cuando Mina Clavero viste sus mejores ropas.
Bendecido por la naturaleza, regala hermosas acuarelas.
La carta, henchida de visuales para el recuerdo, está compuesta por balnearios principalmente.
Son tres ríos los que monopolizan la oferta: el primero lleva el nombre del municipio, al que atraviesa de punta a punta.
El segundo, a diferencia del anterior, se caracteriza por la tibieza de sus aguas, lo que le otorga algunos puntos extras en el marcador. Se llama Panaholma. La conjunción de estos dos dan vida a un tercero, conocido como de Los Sauces.
Bello panorama serrano
El trío de afluentes va marcando el panorama circundante y deslizando una serie de playas que conforman la esencia del lugar.
En ese sentido, destacan sitios como Los Cajones o Nido del Aguila. Este último es el parador más famoso, merced al inmenso paredón natural que lo bautiza, permitiendo al bañista realizar clavados desde gran altura. Ambos espacios se caracterizan además por ser hogar de múltiples piletas naturales.
Diagramadas por rocas desordenadas, forman postales íntegramente serranas.
Con balnearios de fuste
Otros balnearios de fuste son el central (a pasitos de la calle principal, decorado por el puente colgante y el vado) y Las Residencias, de aguas bajas, ideal para la familia.
La Toma, distante a cinco kilómetros de la peatonal, convida con horizontes abiertos y toboganes naturales de piedra.
Más lejos, Las Maravillas seduce al foráneo con la calidez del Panaholma.
Son las montañas, en cada caso, quienes determinan la potencia del paisaje.
Una serie de cadenas rocosas que se extienden en la superficie, evidenciando lo majestuoso de las altas cumbres.
En lo inmediato, los cerros se chocan con el poblado, desperdigando pendientes a lo largo del ejido urbano. Para entrar en confianza con los macizos, conviene adentrarse por los caminos linderos e intimar así con la belleza de la zona.
Hay decenas de caminatas para realizar, la mayoría de ellas emparentadas con la improvisación y la libertad para escoger el rumbo. También las cabalgatas son una alternativa recomendable.
Adrenalina de montaña
Además de las riquezas naturales, la región es también comúnmente identificada con los deportes extremos.
El llamado “Turismo Aventura” encuentra en Mina Calvero y alrededores, una tierra fértil para el desarrollo de diversas actividades de ese tipo.
La oferta de los emprendimientos locales está conformada por rapel, tirolesa, escalada, kayak, mountain bike y parapente.
Rodeada de encantos
Los alrededores de Mina Clavero, por su parte, ensayan la conquista de los turistas y visitantes con alicientes de peso propio: el Dique la Viña, los vecinos Nono y Cura Brochero, el Parque Provincial y Reserva Natural Chancaní, y el espectacular camino de los túneles son sólo algunos de los atrapantes lugares para recorrer y disfrutar.
Todos tienen argumentos para convocar al viajero. Ese viajero que se instala en Mina Clavero y disfruta a morir con la coyuntura.
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