“Para combatir esta problemática debemos comenzar a trabajar desde la cultura”. Así lo afirmó Mercedes Assorati.
La politóloga y coordinadora del programa “Esclavitud Cero” que impulsa la fundación “El Otro” participó como disertante del seminario - taller denominado “Crimen organizado: Trata de personas”. La actividad, organizada conjuntamente por la UNVM, la UEPC y la Asociación Civil “Vínculos en Red”, se desarrolló entre agosto y octubre de 2010.
A lo largo de tres encuentros, un nutrido grupo de actores sociales provenientes de distintos sectores de la realidad local y regional abordaron la problemática de la Trata de personas. Esta instancia de capacitación, a cargo de la referente nacional Mercedes Assorati, se propuso abordar el flagelo a partir de una mirada multidisciplinaria.
“Podemos definir la Trata como una forma moderna de esclavitud que referencia a la captación, el reclutamiento, el traslado, la recepción, la acogida de personas con fines de explotación laboral, sexual o para extracción de órganos y tejidos humanos”, afirmó la politóloga.
Para arrojar luz sobre una problemática, de la que muy poco se conoce, la especialista admitió que en los últimos años, el negocio ilegal de la Trata de personas se ha convertido en objeto de preocupación para la comunidad internacional.
“La incorporación de las redes dedicadas al crimen organizado que actualmente se desempeñan como gerentes del negocio, permitieron no sólo la expansión y masificación, sino también la sistematización de esta práctica ilícita”, explicó.
Respecto a la situación en territorio latinoamericano, Assorati manifestó que las condiciones económicas en las que viven millones de personas favorecen el desembarco y la proliferación de este tipo de organizaciones delictivas que cercenan la libertad y la dignidad humana. “América Latina se está pareciendo cada vez más a Asia y Europa del Este, se está convirtiendo en un verdadero paraíso para los tratantes”, sentenció.

Mujeres y extranjeros, los más vulnerables

Factores como el desempleo o la precarización laboral, el bajo nivel educativo y la feminización de la pobreza, convierten a la mujer en el eslabón más vulnerable de esta nociva cadena. Ya sea por engaño o secuestro, caen bajo las redes de un sistema altamente explotador y esclavizante: “las víctimas están sujetas a captores que ejercen sobre ellas algunos atributos del derecho de propiedad: las venden, las alquilan, las matan, las torturan”, reveló.
Asimismo, Argentina registra índices elevados en Trata de personas para la explotación laboral. Los inmigrantes, en su mayoría de origen boliviano, son ingresados ilegalmente al país para trabajar en situaciones de servidumbre dentro de sectores como el textil, el agropecuario o la construcción.

Cadena de complicidades

Según aseveró la coordinadora del programa Esclavitud Cero, el incremento de los casos de Trata no sería posible sin la existencia de “una enorme cadena de complicidades y al menos una omisión del Estado”.
“Si nos referimos al caso de ciudadanos bolivianos que arriban al país clandestinamente, con documentos falsos o ingresan como turistas y después se quedan, vemos claramente que fallan los controles estatales. Este fue el escenario que heredamos de los ‘90, el cuál facilitó la expansión y multiplicación de sistemas productivos esclavistas con mano de obra extranjera en distintas ramas productivas”, justificó.
En el caso de burdeles y prostíbulos, Assorati denunció no sólo la connivencia sino también la protección que reciben por parte del poder público y las fuerzas de seguridad. “En cada lugar al que asistí había policías encargados de administrarles seguridad a costas del Estado, esta impunidad convertía al establecimiento en una zona liberada para la explotación de mujeres con fines sexuales y el expendio de droga”, advirtió.

Desde la cultura

Para la especialista, el enemigo más fuerte a combatir, además de las células dedicadas a la Trata y el tráfico de personas, es el imaginario común de una sociedad que ha naturalizado la prostitución y la explotación laboral de migrantes, indígenas o personas de bajos recursos.
“Escuché decir que los trabajadores bolivianos afincados en talleres clandestinos viven mejor que en su país, por lo tanto no tienen de qué quejarse. La gente se conforma con pensar que somos mártires por darle trabajo y comida, pero desconoce que el sistema abusivo al que se encuentran sometidos los explota de tal manera que afecta gravemente su salud: sufren de desnutrición, problemas pulmonares, tuberculosis y otras enfermedades relacionadas al encierro en condiciones infrahumanas”, puntualizó.
Con el objetivo de evitar que continúen multiplicándose estos discursos, Assorati propone trabajar “desde abajo”, refiriéndose al aspecto cultural que atraviesa y define a toda comunidad.
“Interpelar nuestra cultura y repensar nuestras propias construcciones permitirá sentar las bases y abrir caminos para erradicar definitivamente la explotación laboral, la violencia en contra de la mujer y su visión como objeto de deseo o mercancía que puede ser consumida, concluyó.


Fuente: Comunicación
Institucional - UNVM