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28 de Enero de 2011
Opinión - Sobre la imputabilidad de los menores
Capitanes de la arena
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La portada de una de las tantas ediciones del libro de

Escribe: Jorge Valinotto*

He titulado esta nota con el nombre de una novela del bahiano Jorge Amado. En realidad se trata de un estupendo pero trágico relato que el autor recrea a partir una realidad dura, que duele, y si bien corresponde al norte brasileño de hace muchos años (1935), no tiene diferencia con lo que se vive hoy en nuestro país con gran cantidad de niños y adolescentes socialmente excluidos.
Me parece que la instalación del debate sobre la edad de imputabilidad de los menores sólo está sirviendo para desviar la atención y hacer creer que la solución de la inseguridad pasa por esa insólita determinación.
La edad de la imputabilidad, 12, 14 ó 16 años sólo debería discutirse en un ámbito absolutamente jurídico y dentro de este por especialistas en psicología infantil y de la adolescencia.
El principio fundamental del derecho penal es que sólo pueden ser juzgados y penados “quienes comprenden la criminalidad de sus actos”, por lo tanto, la Edad Media que indica tal compresión no puede depender de discusiones estériles en programas de televisión o en la búsqueda demagógica de algún voto para las próximas elecciones.
Más grave es que se haga creer al común de la ciudadanía que la medida aludida tiene por finalidad combatir la inseguridad.
La inseguridad no tiene nada que ver con la edad de imputabilidad; lo único que permite es recluir al menor en la cárcel común con un régimen especial. Pero ello no cambiará la cantidad de muertos a manos de menores, mientras la exclusión y la inequidad no se transformen en el verdadero debate y se de comienzo a una acción que promueva la superación de esa triste realidad.
Es extraño que en ningún debate se haga mención que cuando se habla de la edad de imputabilidad, se lo hace exclusivamente de una determinada clase social de menores: muy pobres o pobres, nacidos en villas y viviendo en ellas, generalmente son parte de familias numerosas, padres desocupados o subocupados, casi todos sin educación formal, frustraciones permanentes, etcétera.
Para que los niños dejen de delinquir es necesario que se sientan incluidos, que se sientan parte de la sociedad, que no se sientan inhibidos cuando tienen que dialogar, que comprendan la importancia de la cultura, que perciban que tienen oportunidades.
Es un camino largo y difícil pero hay que comenzarlo a recorrer.
La situación de las familias que son víctimas del accionar de esos menores delincuentes es trágica y sin consuelo y no puedo menos que solidarizarme. De ninguna manera pretendo justificar el accionar delictivo por la situación social en la que viven los menores. Es más, es necesario afirmar que seguramente en cifra superior al 95% de los chicos de ese ambiente no incursionan en el delito. Sólo quiero dejar en claro que esa situación es ámbito de cultivo. Ello exige que por solidaridad, por justicia social y aportando a la seguridad, el Estado brinde contención, multiplique el número de escuelas y maestros, cree las brigadas escolares de tal modo que chico que no va a la escuela se lo va a buscar a su casa o donde esté, brinde oportunidades de trabajo, etcétera.
Volviendo a “Capitanes de la arena”, Jorge Amado describe a la perfección la coexistencia de dos realidades sociales en un mismo territorio y que están confrontadas entre sí. Ambas se rigen por valores y principios diferentes. Lo que es bueno en una es malo en la otra y viceversa. Vocabulario, códigos, comportamientos son absolutamente disímiles. Aunque en ambas se ríe, se disfruta, se llora, se sufre…
Hay que unir ambos grupos y es trabajo fundamental del Estado en todos sus estamentos.
Humildemente, me atrevo a recomendar a quienes tanto hablan, que den una lectura a esa muy buena obra de Jorge Amado. Caerán en la cuenta que en el ámbito y realidad que viven los niños que delinquen, son buenos niños. Por lo tanto, la inseguridad no se combate actuando contra los chicos delincuentes, sino asegurando un profundo cambio de ese espacio social.

“El principio fundamental del derecho penal es que sólo pueden ser juzgados y penados ‘quienes comprenden la criminalidad de sus actos’”...

“...la Edad Media que indica tal compresión no puede depender de discusiones estériles en programas de televisión o en la búsqueda demagógica de algún voto para las próximas elecciones.”

*Abogado, ex legislador provincial

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