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El color y el sonido del carnaval se trasladó de la vecina ciudad a la costanera villamariense, con competencia de comparsas, llamados y contrapuntos |
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No hay sonido que capitalice con mayor fidelidad el pulso vibrante de un corazón humano como el repiqueteo de un tambor.
Es como un código marcado en las vísceras de la memoria popular, un eco urgente de cierto grito ancestral que corre por las venas. Y que provoca el movimiento sincopado, el contorneo, el goce del cuerpo.
Ayer por la tarde, en los tramos centrales de la costanera se vivenció la segunda edición del denominado “Duelo de batucadas”, organizado por las áreas de Juventud y Cultura del municipio local. Vale recordar que el año pasado se desarrolló a principios de marzo, como cierre de la temporada veraniega con una programación más acotada de comparsas.
Al mejor estilo de las “llamadas uruguayas”, donde los elencos murgueros bajan desde diferentes arterias para aunarse en las calles montevideanas, seis comparsas y un taller musical de ambas Villas se acoplaron a un evento más que singular.
Coordinados por el músico y animador Mauro Almirón -acompañado en la locución por la subdirectora de la cartera cultural Carina Bonoris-, los intérpretes desfilaron por las veredas de la costa hasta reunirse a pleno en la rotonda ubicada enfrente del Reloj de Sol.
La dinámica utilizada resultó una verdadera puesta en escena de sana competencia. Los elencos se dividieron en dos, partiendo de sendos puntos de referencia. Desde un extremo, las comparsas de barrio Sarmiento y Los Olmos de Villa Nueva (la más populosa con más de cincuenta participantes) junto al taller de Mascarada arrancaron desde el Polideportivo. Mientras, las comparsas de Los Olmos ("Los Dragones") de Villa María, San Antonio de Villa Nueva y una delegación de La Floresta -aunque más reducida a la original debido a compromisos simultáneos-, iniciaron sus repiques desde las inmediaciones del Anfiteatro.
Al encontrarse frente a frente, los llamados y contrapuntos comenzaron a surtir efecto en pos de la armonía musical. La ronda, a cada paso de comparsa, se iba agrandando más hasta completar el círculo. Sumándose a los sones, la postal global incluía el colorido carnestolendo de algunas de las bailarinas y pasistas que añadieron las batucadas a modo de sello festivo.
A un par de semanas de los Carnavales Gigantes de Villa Nueva, nuestra ciudad vivenció el ritmo en la sangre de los jóvenes participantes -se calcuraron cerca de 300 intérpretes- que contagiaron de manera espontánea, la energía resonando los parches de tumbadores y “zurdas” hasta entrada la noche.
J.R.S.
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