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La Casona de calle Mitre, lugar emblemático |
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Levante la cabeza y observe. No mire, observe. Hay diferencias abismales entre un término y otro. Mirar es “fijar la vista en un objeto”. Observar es “examinar atentamente a un objeto”. Con esa pauta como guía, salga a recorrer la ciudad una vez más. Ande y visite algunos de los lugares más emblemáticos de la misma. Sitios por los que pasa todos los días. Su mente le indica que los conoce largo y tendido, pero ¿los conoce realmente?
El Circuito Histórico-Cultural tiene como fin mostrarle en profundidad los espacios que le dan identidad a Villa María. Algunos resultan evidentemente familiares, de contacto cotidiano: plazas, puentes, paseos. Otros no tanto: casonas, palacios. En cualquier caso, son puntos que además de ostentar bellezas, esconden historias, anécdotas y curiosidades sobre las que vale la pena indagar. Como para intimar con su existencia y empezar a verlos de otra forma.
La marcha arranca tocando áreas decididamente habituales: la plaza Centenario, el subnivel, la Estación Ferroviaria, la plaza Independencia, la Casona Pereira y Domínguez (hogar del Honorable Concejo Deliberante), la Biblioteca y Medioteca Mariano Moreno. Todos los habitantes de la ciudad han pasado por estos lugares alguna vez. Aunque seguramente son pocos los que saben que la plaza Centenario antiguamente era conocida como plaza del Centro, plaza de las Carretas o Feria de Mulas, y que recibió su bautizo definitivo en 1910, durante la conmemoración del centenario de la Revolución de Mayo. O que la estación de trenes ostenta los rasgos típicos de la arquitectura inglesa de ámbito rural, con muros que datan del año 1890. O que la plaza Independencia fue la única explanada incluida en el primer plano de la ciudad (1875) y que cuenta con una réplica de la pirámide de la plaza de Mayo que indica la altura sobre el nivel del mar en la que se encuentra Villa María.
Luego, sobreviene la etapa de las obras menos populares. Aquí está el punto álgido del Circuito, por el interés que despiertan las construcciones y la inspiración que transmiten. Tomando la avenida Sabattini, y tras apreciar la estampa de la Asociación Española de Socorros Mutuos (cuyos interiores, de estilo morisco, fueron pintados por Fernando Bonfiglioli, y en donde funcionaron tres cines distintos entre las décadas del ‘10 y el ‘30), aparece la casa Sobral. También conocida como Ex Conservatorio de Música Felipe Boero, fue construida en 1923, bajo las influencias del estilo Art Decó. Residencia del ilustre educador Antonio Sobral, es una de las joyas arquitectónicas locales.
Continuando por la misma avenida, nos encontramos con el delicioso chalé Matías Sugasti, casona de dos pisos de estilo normando, en la que destacan las estructuras de madera y piedra. Retomando hacia plaza San Martín, aparecen la casa José Salgado (que data de 1940, uno de los escasos ejemplos del estilo neocolonial en la ciudad), la casa Meroi (de talante modernista, fue levantada en 1880), la Catedral Inmaculada Concepción (icono villamariense construido en 1891, siguiendo los lineamientos utilizados por las basílicas romanas) y el ex Mercado Mitre (hoy sede del Instituto de Educación Superior del Centro de la República Inescer, fue sede de la Municipalidad y del Honorable Concejo Deliberante entre 1980 y 1987).
Después, es hora de dirigirnos por calle Mariano Moreno hacia la casa del doctor Amadeo Sabattini, donde el ex gobernador vivió entre 1920 y 1965. Tras doblar por calle Mendoza, surge majestuoso el Palacio Municipal. Décadas atrás fue sede del célebre Palace Hotel. Supo hospedar a viajeros de todo el país, así como a lujosas fiestas de la alta sociedad villamariense. Contaba con 120 habitaciones y 92 baños.
Otro baluarte tantas veces referenciado es el Teatro Municipal Giuseppe Verdi, que comenzó a funcionar como cine-teatro en 1909 y cuenta con capacidad actual para 700 espectadores. Cerca de allí, en San Martín y bulevar Sarmiento, se encuentra el Centro Cultural Municipal-Universidad Popular, complejo donde funciona la Dirección de Cultura y Educación, el Museo de Bellas Artes Fernando Bonfiglioli y el Archivo Histórico Municipal.
Tras el peculiar viaje en el tiempo, es momento de tomar rumbo hacia la costanera y disfrutar de las obras “modernas” de nuestra ciudad, como el Reloj de Flores, el lago (o Balneario Municipal Juan Carlos Mulinetti), el Polideportivo, el Paseo “Memoria sin tiempo” (o Reloj de Sol, construido en homenaje a los villamarienses desaparecidos durante la última dictadura militar) y el renovado Anfiteatro Centenario (inaugurado en 1968, actualmente con capacidad para 15 mil personas). En el medio, amerita una visita el ex Hotel de los Hacendados, un edificio de estilo ecléctico cimentado en 1924 y ubicado en la intersección de avenida Dante Alighieri y bulevar Cárcano. También el puente Vélez Sarsfield, donación de Domingo Faustino Sarmiento, fue traído como sobrante de guerra desde Europa. Situado frente a las compuertas, conecta a Villa María y Villa Nueva desde 1881.
De vuelta en el centro, la plaza Manuel Anselmo Ocampo y el busto del fundador de la ciudad despiden el Circuito. Regreso a plaza Centenario con la satisfacción que brinda el aprendizaje obtenido. Ahora, los lugares de todos los días son realmente conocidos.
Pepo Garay
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