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Aldo Invernizzi con la obra de remodelacón del Anfiteatro de fondo |
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Sonriente y distendido, el arquitecto abre la puerta y nos recibe en esa magnífica casa diseñada por él, por esos caprichos del destino, justamente enfrente del Anfiteatro Centenario.
“Estábamos recién recibidos, a los 27 años, y a esa edad uno tiene un coraje tremendo, que después no se tiene más, y salió un concurso para hacer un galpón para la exposición de hacienda, en la Sociedad Rural. Los otros que se habían presentado, lo hicieron con el clásico techo de chapas, yo proyecté las cúpulas”, comienza relatando, sin preguntas de por medio, ya que sabía de antemano que íbamos a hablar sobre sus cúpulas.
“Ibamos a hacer una, pero hicimos tres, porque no teníamos plata para comprar madera para encofrar todo. Sacamos la cuenta y podíamos encofrar una, entonces hicimos una y la repetimos”, confiesa.
“No se había hecho ninguna cúpula y el ingeniero Leonardo Fabro que es muy buen calculista, la calculó y la hicimos. Cuando estaba lista para desencofrarla dijimos ‘Somos los culpables de esto, si se viene abajo no queremos que se mate alguno por culpa nuestra, vamos y la desencoframos nosotros’. La desencoframos y no se cayó, ahí hicimos las otras dos”, revela -según dice- por primera vez.
Esas cúpulas tienen 19 metros de diámetro.
“Después también ganamos el concurso del club Central Argentino, a que modificaron mucho a través de los años”, continúa.
Luego explica que “el secreto de la cúpula es que su peso se sostiene con un suncho para que no se abra. La losa de la cúpula del Central Argentino tiene un espesor de 10 centímetros y a la orilla, dentro del anillo, se hizo una canaleta y desde ahí bajan los caños de desagüe”.
Invernizzi añade que “cúpulas así no se hicieron más, no sé si es porque no hay más profesionales que puedan calcularla”.
La cúpula del Central Argentino tiene 26 metros de diámetro.
Durante su charla relata que el problema de una cúpula es la acústica, pero tiene solución.
“La cúpula es como si fuera un farol, que concentra la luz, el sonido es por ondas, la luz es por rayos, pero para el efecto es lo mismo, porque el ángulo de incidencia es igual al ángulo de refracción, entonces si todos los puntos concentran en el medio, todo el sonido va a estar en el medio. La solución es hacer una contracúpula con material absorbente como tiene el Central Argentino, que es una cúpula puesta al revés, donde el sonido se desparrama”, asegura el arquitecto.
“El problema acústico no es un problema fácil, pero tiene solución”, dice y explica que “el sonido rebota. Si hay una superficie que absorba el 50%, va a rebotar el 50%, si hay una superficie lisa, como un vidrio, va a rebotar el 100%, entonces cuando alguien habla, está diciendo la segunda palabra y se mezcla en el micrófono con la primera, lo que es un desastre”.
El sostiene que otra de las formas de solucionar el problema de audibilidad, además de una contracúpula, puede ser un sistema de distintos niveles, “porque mientras más superficies haya con material absorbente, más absorción habrá. Lo clásico es hacer una contracúpula, es el sistema más simple que existe”.
Una estructura perfecta
Invernizzi considera que la cúpula es la estructura más perfecta que existe.
“El Panteón de Roma, hecho en homenaje a los dioses romanos, tiene 43,5 metros de diámetro y 43,5 metros de altura, tiene un cilindro que tiene exactamente la misma altura que la cúpula y si se traza un círculo, es perfecto en todos los sentidos”, afirma y agrega que el Panteón “tiene 1.900 años y todavía está perfecto. Y no se hizo con hormigón armado porque no existía, se hizo con puzolana, un material usado por lo romanos que es como una especie de cemento, pero sin hierro. El Panteón se hizo con una armadura de ladrillos y se llenó con puzolana”.
“Tiene la forma perfectamente esférica porque ese es el arco de medio punto, que descarga todo su peso en forma vertical. Estas cúpulas hechas acá son achatadas, no descargan en forma vertical, sino que buscan reventarse, entonces hay que hacerle el suncho”, detalla.
Para abundar en su defensa de esas estructuras afirma que “la cúpula de la Santa Sofía, en Estambul, se aguantó cinco terremotos. Es cuestión de calcularla bien, pero la cúpula es una estructura perfecta. Después no se dio la oportunidad de hacer otras cúpulas en la ciudad”.
Una satisfacción
En cuanto al Anfiteatro, tal vez la obra por la que es más reconocido, cuenta que “el escenario tiene una estructura cónica, con un pequeño alero arriba, que también tiene su historia. Recién había salido el acelerador de fragüe, que es un líquido que se le pone al hormigón y fragua mucho más rápido. Faltaban dos días para el Festival y el proyecto tenía ese alero, entonces lo achiqué un poco para sacarle peso y le puse el acelerador de fragüe para poder desencofrarlo a tiempo”.
“Alguna vez nosotros también hablamos de techarlo, pero no había plata, entonces quedó como estaba”, confiesa, al ver por su ventana cómo avanzan las obras de remodelación del Anfiteatro.
Luego opina que el Centenario “es un símbolo de la ciudad” y, con respecto al techado, agrega que “una obra de estas para mí es muy linda y que va a ser muy importante para Villa María”.
“Esta nueva obra a mí me llena de satisfacción, al ver que se hace sobre aquella idea, es un premio a aquella idea y me encanta que la hayan hecho”, afirma.
Una mala palabra
Dice que ya no ejerce como arquitecto, pero confiesa que lee todo lo que puede sobre urbanismo. Y sobre ese tema se explayó al final de la charla.
“La Municipalidad va a tener que reformar el Código de Edificación y van a tener que permitir propiedades horizontales altas, que no estén pegadas una a la otra para que haya ventilación, si no que estén en medio de un espacio grande para que corra el aire”, dice el arquitecto.
“Villa María tiene un problema que es solucionable: el automóvil”, opina.
En 2007 Invernizzi presentó un proyecto para que se sacara el tren de la zona céntrica, y en esas manzanas, realizar la edificación en altura, dentro de un parque. El proyecto se completaba con una avenida para la circulación, uniendo los bulevares.
En esa oportunidad también propuso que en la plaza Independencia (enfrente de la Municipalidad) se haga un gran estacionamiento para liberar el centro de automóviles.
“Los automóviles para una ciudad es como el colesterol para una persona, se le tapan las arterias y hay que hacerle un by pass para la circulación. En la ciudad también hay que hacer by pass. Un ejemplo de lo que digo está cerca, en la ciudad de Córdoba, es la calle Chacabuco, que antes era una calle angosta y ahora es la más ancha de la ciudad, sin ella no se podría circular”, asegura Invernizzi.
Luego explica que “las ciudades no se pueden hacer con un proyecto rígido, porque las cosas cambian y ese proyecto deja de servir. Se debe hacer por etapas según cómo se va amoldando la ciudad, y se va llevando a lo largo de los años, pero estando planificado, así lo que se hace ahora no destruye lo que se hará después”.
Retoma el tema del proyecto presentado en 2007 y afirma que “quedó en la historia, pero alguna vez se va a tener que hacer”.
“Lo que pasa es que urbanismo es una mala palabra para la gente que especula con los terrenos. Hay quienes tienen varios terrenos y como no necesitan el dinero, no los venden hasta que no se encarecen, con edificaciones y mejoras alrededor. Entonces venden, hacen su negocio y ‘matan’ a la gente que quiere hacerse su casa. La Municipalidad debería cobrar impuestos tan caros que obligue a venderlos. Así se bajarían los precios de los terrenos y así la gente podría comprar para vivir”, explica.
“Hoy un obrero se tiene que hacer la casa a 30 cuadras del centro. O bien debe vivir tan alejado de su trabajo que no vuelve a almorzar y recién ve a su hijo cuando duerme”, agrega.
El arquitecto considera que “lo mismo pasa con los chicos que viven alejados de las escuelas. Un chico debería ir a la escuela caminando”. “¿Cuántos accidentes hay por día?, una ciudad moderna debe tener una circulación vehicular y otra peatonal, entonces un niño va a la escuela sin cruzarse ninguna calle, son las llamadas ciudades jardín”, asegura.
Finalmente sostiene que las ciudades ya no van a ser más bajas y extensas, sino que van a ser altas, con edificios altos separados por parques. También opina que otros materiales, como el plástico, suplirán al ladrillo para la construcción, acompañando al hierro y al hormigón.
Antes de despedirnos, Aldo Invernizzi explica que el modelo de ciudad a imitar es el de las nuevas ciudades árabes, “donde se vive en el mismo edificio en el que se trabaja, o a pocos metros”, porque -según considera- “esta ciudad es para destruir familias”.
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