Penúltima entrega de nuestras Lecturas de Verano. Las poesías de cuatro lectores nos acompañan este domingo. Sin más demora, pasamos a presentarlos.
Gela Bertea Faure nació en Corralito. Es maestra Normal Nacional y
profesora Superior de Música y profesora Superior de Piano. En Villa María ejerció la docencia durante 25 años en el Instituto del Rosario, Instituto Mariano Moreno, Escuela del Trabajo y el Instituto San Antonio. En 1980 fue designada directora del Coro Estable del Conservatorio Provincial de Música Felipe Boero. Ha participado en varias antologías, concursos y muestras. Es estudiante de violín y tiene edito “Tiempo de hablar con pájaros” un puñado de poemas inspirados en Calmayo, donde reside en la actualidad.
Juan Carlos Colombo nació en Villa María. Está casado y tiene dos hijos. De padre ferroviario y madre ama de casa. Desde niño le gustó escribir, aunque nunca estudió Literatura. Curiosamente comenzó a hacerlo metódicamente en el taller de la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento de la localidad de Etruria, donde vive desde 1981. Los poemas que tomamos aquí se extrajeron de la antología del taller de escritura
creativa que desarrolla esta biblioteca y que coordina la profesora Natacha Estévez.
De la misma publicación que mencionamos más arriba tomamos los poemas de Nelly Catalina Marian. Nelly nació en Etruria. Sintió la inclinación por los poemas y relatos desde muy pequeña. Autodidacta, intervino en varias antologías de la ciudad de Córdoba. Su primer libro se editó en 2007.
Fernando de Zárate es de Villa María. Poeta con los siguientes libros editos: “Brújula y Viento” (2003), “Entre el Fuego y la Sed” (2006), “Peón Caballo Rey” (2006), “Escrito en la Tempestad” (2007) y “Brumario” (2010). En su continua búsqueda por poder decir(se), nos acerca estos poemas o fotos, que se toman en el instante exacto de la vida de un hombre.
Darío Falconi - eldiariocultura@gmail.com
XVII
Gela Bertea Faure
Cuando han pasado
los fríos de todos los inviernos.
Cuando ardieron en la piel
todos los veranos.
Cuando el vientre parió
todos los hijos
y los hijos trajeron
a sus hijos.
Cuando quedaron en las aulas
en un cuarto de siglo
las risas y el bullicio.
Cuando elegí este puerto, mi Calmayo,
para escuchar el sonido
del silencio perfecto…
Entonces me olvidé de mi edad,
¡La verdadera!, y comencé
a sentir la soledad amada
prendiéndose a mi piel enamorada
de tantas mariposas,
tanto verde, tanto cielo…
Ya no más sola entre la gente.
Rodeada de mis fantasmas adorados
poblando como dioses, éste, mi mundo mágico.
Cuando le dije no a mi corazón
y solo quise alas y espíritu
emergió de las sombras de la tarde esa tu voz,
hombre-niño sin edades ni distancias
y yo también sentí el conjuro
de nuestras almas y el unísono
de nuestras voces elevadas…
Arcángel sin edad. No me preguntes
pues no tengo respuestas para darte.
Sólo sé que en mi piano Beethoven ya no sonó…
y entraste… no por la puerta de mi casa
sino por la puerta de mi corazón
que te esperaba…
Hojas
Nelly Catalina Mariani
Tan suaves,
sabor a verano,
dejo de nostalgia.
En otoño bailan
como un remolino
y nos guardan del sol
al llegar al estío.
De niña hacía
collares con ellas
disfrutaba
cual fuesen estrellas.
Me encantaba caminar
sobre ellas en otoño
como si fueran un tapiz
musical bajo mis pies.
Alas de invierno
Nelly Catalina Mariani
El sol vierte un tibio resplandor,
anidan las aves, surcan el cielo,
las ramas comienza
a teñirse de verde.
Por el ventanal se densa
un mar de flores azules.
Camino gozosa por la senda,
no hay nada tan bello como
el arribo de la primavera
y sentir que las alas del invierno
se van alejando para esconderse
en una nube traviesa
hasta el año próximo.
[Poema 1]
Fernando de Zárate
sórdido el calor
contra el cuerpo
cuarto vaso de agua
me propongo llegar vivo
a las ocho de la mañana
la viuda de enfrente
escucha en la radio
a Paul Anka
una moto con escape roto
pasa superando
los 130 decibeles.
[Poema 2]
Fernando de Zárate
todas las noches
Dios
recuenta sus ovejas,
cada vez,
hay
un hombre menos.
[Poema 3]
Fernando de Zárate
el hombre que lee a Dios
estuvo parado
donde siempre
sin nadie a quién hablar
ahora,
subió a su bicicleta
y calle al norte
pedalea lento
por General Paz al 55
se confunde en el tráfico
y desaparece
esta mañana
ha debido guardarse
sus palabras
no encontró
en quién dejarlas.
La piedra
Juan Carlos Colombo
Al mirarla no me refleja
ni me dice de sus días,
de sus años.
Cómo entender su calor,
su panorama de tiempo.
No quiero acercarme,
no debo acercarme
porque ella arrojará su temple,
su inarmonía perpetua,
su sabor a nada.
Ella me dirá de la vida,
me dirá de la eternidad.
El huevo
Juan Carlos Colombo
Interminables cacareos
dan cuenta de su origen;
después, su destino final
se atará a la incertidumbre.
¿Correrá por el hedor interminable
de su descomposición segura…
o será hijo de la tibieza ancestral de muchos días,
estremeciéndose en su mutación
para volver a ser lo que fue?
¿O será arrojado a las devoradas ansias
de voraces degustadores
que la observarán en composiciones diversas
con éxtasis y placeres insospechados?
Y entonces…
develado su final,
nadará por la inmensidad de la nada
o será su creador de sueños distintos,
o de espectaculares y mundanos deleites.
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