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Marcelo Ruiz (a la derecha) junto al abogado Marcelo Martín Silvano, en su estudio de calle 9 de Julio. Poco antes, el joven había contado los atropellos policiales en EL DIARIO |
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Movilizado por la valiente actitud de muchos vecinos, que asumieron su responsabilidad ciudadana y fueron a la Justicia o salieron a los medios para denunciar los atropellos que sufrieron, este joven santiagueño -villamariense por adopción- decidió vencer sus propios miedos y se atrevió a contar las amargas experiencias que soportó con tres jóvenes policías locales.
Marcelo Alejandro Ruiz tiene 28 años y trabaja en la sucursal centro de Supermercados Disco, empleo que estuvo a punto de perder por las derivaciones del atropello sufrido en dos oportunidades y con apenas un mes de diferencia.
De acuerdo con el pormenorizado relato que Ruiz hizo en la Redacción de EL DIARIO, el calvario comenzó la noche del 19 de julio pasado, poco antes de las 11 de la noche.
A raíz de una serie de problemas en su automóvil, Marcelo decidió consultar a un amigo mecánico que vive en barrio Los Olmos. Salió desde la pensión en la que vivía, ubicada en Presidente Perón y Bolívar, y en las inmediaciones de América y Mercedarios fue interceptado por un móvil del Comando de Acción Preventiva (CAP).
Desde el patrullero, con el altavoz, un policía le dijo que saliera y que pusiera las manos sobre el auto. Tras cumplir la indicación, el uniformado le preguntó cómo se llamaba y de dónde venía.
“Vengo de mi casa”, contestó el joven, indicándole el lugar. “No, vos venís del barrio San Martín”, le espetó el efectivo, e insistió varias veces con dicha aseveración pese a la negativa de Ruiz.
@ Una trompada y prepotencia
En esas circunstancias, y mientras Marcelo permanecía con las manos sobre su coche, el irascible policía le aplicó un golpe de puño en la región lateral derecha del torso y le dice “me estás mintiendo”.
Luego de exigir los documentos personales y del auto, bajó del móvil una mujer policía, quien revisó dicha papelería. Y cuando su compañero quiso abrir el baúl sin la presencia de Ruiz, éste le pidió que esperara, a lo que el uniformado le contestó con tono intimidante: “¡Acá la autoridad soy yo!”
Minutos después llegaron al lugar otros dos patrulleros del CAP y posteriormente le dijeron que lo iban a llevar hasta la Unidad Departamental para terminar de tomarle unos datos, luego de lo cual se podría ir.
Ruiz accedió, subió por sus propios medios a la camioneta (jamás fue esposado) y cuando llegaron a la sede de General Paz y San Juan le informaron que quedaba detenido.
Preocupado por lo que estaba sucediendo, pidió hablar con un abogado, pero otro empleado policial le dijo que no, que a esa hora (alrededor de las 23.30) “todos los abogados están descansando”. Entonces solicitó hablar con un familiar y le dio el número, pero como se trataba de un celular, el funcionario le dijo que no se podía ya que tenía que ser un número de teléfono fijo.
Ruiz quedó alojado en una celda grande ubicada en el primer piso de la Comisaría, junto a otros detenidos, virtualmente incomunicado.
Al otro día, un abogado que visitaba a otro preso le avisó a la hermana de Ruiz lo que le pasaba a Marcelo. La joven fue a la Policía y le informaron que había sido demorado “porque estaba alcoholizado”, pese a que momentos antes de la detención ambos hermanos habían estado juntos y Ruiz no había bebido.
Estuvo tres días detenido y lo liberaron el martes 22 poco después del mediodía. Previo a ello le “pintaron” los dedos y le hicieron firmar un papel en el que se consignaban distintos artículos del Código de Faltas, pero no le dijeron de qué se trata cada uno de ellos. Cuando preguntó, le contestaron que para eso tenía que tener un abogado, cosa que no le permitieron conseguir el primer día.
Después se enteró que había sido acusado por “merodeo” (iba a la casa de un amigo), “conducción peligrosa” (con el auto roto) y “resistencia a la autoridad” (se subió al patrullero por si mismo y nunca lo esposaron).
@ Intimidación
El jueves 31 de julio, poco antes de la medianoche, estaba en la estación Shell comiendo algo y viendo TV. Llegó un móvil del CAP, se bajó un policía joven, al que Ruiz identificó como el que lo había detenido. Entró, lo miró, se rió, compró algo y se fue. A los 20 minutos regresó ese móvil junto a otro patrullero. Entraron el mismo policía junto a dos compañeros, entre ellos una mujer, la misma que había estado el día de la detención.
Tras mirarlo, se sonrieron irónicamente, y el segundo policía le inquirió: “¿Tenés algún problema con el oficial?” Ruiz no contestó. “A vos te digo, el del Disco” (estaba con uniforme de trabajo). Y como Marcelo le contestó que no, el uniformado le advirtió, en todo amenazante: “Mirale bien la cara a él, porque no te la vas a olvidar nunca”.
Más de 10 personas presenciaron ese episodio y algunas de ellas hasta aportaron un dato más que valioso: la identidad del policía que le hizo la advertencia a viva voz, que se llama Mariano Gilli.
Al día siguiente, viernes 1 de agosto, Ruiz fue a Tribunales a radicar la denuncia en la Fiscalía de Instrucción del Tercer Turno, pero un empleado le dijo que tenía que tener un abogado o que se le iba a asignar un asesor letrado. Y no le tomaron la denuncia.
@ ¡Otra vez sopa!
El lunes 18, a las 21 horas, Ruiz fue a la casa de su amigo de barrio Los Olmos, sita en Mercedarios al 2600, pero como no estaba, emprendió regreso por calle Aconcagua y en la intersección con Chascomús fue interceptado por un móvil del CAP.
Se percató que era la misma pareja que lo había detenido casi un mes atrás y para entonces ya sabía cómo se llaman ambos policías: Pablo Lozano y Andrea Doriavich.
Lozano lo hizo bajar del auto, lo revisó, le metió las manos en el bolsillo y cuando quiso abrirle el baúl, Ruiz le dijo que no podía hacerlo sin orden judicial. “¡Ah, parece que ya tenés un abogado!”, le contestó el uniformado en tono sobrador.
Llegaron otros móviles y había mucha gente, vecinos del lugar. Le piden los documentos del auto, luego lo esposaron por la espalda y le informaron que estaba detenido. Cuando Ruiz les preguntó por qué, Lozano le contestó: “¡No tengo por qué decirte!”.
Lo llevaron a la Comisaría, donde pidió llamar a un abogado, pero tampoco se lo permitieron. Ruiz se puso nervioso y empezó a perder sangre por la nariz (es hipertenso), por lo cual solicitó un médico. Un policía de la Guardia le dijo que se tranquilizara, que médico no había. Hasta que llegó una persona de Investigaciones y lo llevó al primer piso. Y más calmado, Marcelo quedó alojado en la misma celda que había estado la vez anterior.
Lo dejaron en libertad el jueves 21 a las 19.30. Durante los casi tres días de detención nunca le permitieron hablar con familiares o abogados, y antes de salir le imputaron “conducción peligrosa”, pese a que iba muy despacio.
@ Con su abogado
Poco después de la primera detención, Ruiz consultó al abogado Marcelo Martín Silvano, en su calidad de asesor del Centro de Empleados de Comercio (gremio al que pertenece el joven), quien le sugirió que hiciera la denuncia a la Sección Personal de la Unidad Departamental, que le contara lo sucedido al comisario mayor Daniel Ferreyra y que luego radicara la denuncia en Tribunales.
Fue tres veces a la Policía y lo atendió una secretaria, pero nunca pudo hablar con el jefe de la Policía.
Ayer, en su estudio de calle 9 de Julio, Martín Silvano dijo a EL DIARIO que la gente “no tiene que tener miedo” y agregó que la Policía “cuenta con excelentes, buenos y malos policías”.
“Estos últimos son los que ensucian a la institución”, advirtió el letrado, quien dijo estar “a favor de los efectivos que trabajan con honestidad y profesionalismo, y en contra de quienes hacen abusos de poder y del derecho”.
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