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Norma Villalba, en su puesto de la Feria en la costanera |
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Norma Estela Villalba no sabía tejer ni le gustaba. Su profesión era la docencia y hace sólo seis años decidió aprender a tejer en telar y a los pocos meses ya vendía sus prendas en Buenos Aires y formaba discípulos en la delicada artesanía.
La villamariense descubrió su pasión por el tejido en San Luis, donde estuvo radicada hasta el año pasado y, en mayo de 2010, abrió un microemprendimiento en la casa de Maestros Argentinos 275, del barrio Güemes.
Con ciertos conocimientos del marido, más lo que vio en una revista, se lanzó al nuevo universo de los tejidos, que luego perfeccionó en un taller.
Esta semana tiene su local en la Feria de Emprendedores emplazada en la costanera, entre Catamarca y Santa Fe, donde ha montado uno de sus 22 telares para que el público conozca más de cerca esta práctica que reconoce sus antecedentes en comunidades originarias como la mapuche y la toba.
"Me parece importante difundir esta actividad para volver a ponerla en valor, ya que no sólo puede convertirse en una fuente de trabajo sino en una ocupación que enriquece espiritualmente", opinó Norma, quien cada día inicia entusiasmada su jornada laboral antes del alba.
Su preocupación por conservar la esencia artesanal de los tejidos la lleva a afirmar que "por más que pudiera no transformaría lo mío en una producción industrial".
Su itinerario comienza adquiriendo la lana en los campos: "Estoy sorprendida por la buena calidad de la lana que hay en la zona. Ahora compré en Ballesteros".
Sigue con el hilado, el lavado, el teñido y finalmente el tejido, que realiza en distintos bastidores y telares. Todo ello le insume muchas horas, al punto que una pashmina le consume seis horas de labor, más 90 minutos de enhebrado.
"Lo más lerdo es el enhebrado pero a mí no me pesa porque este trabajo me atrapa", comentó en una charla con EL DIARIO, en la cual agregó que "como terapia es espectacular".
El aprendizaje en grupo permite la charla, el mate de mano en mano y el cultivo de amistades. "Hay varones que aprenden y, cuando lo hacen, logran prendas muy bonitas".
Su artesanía, en la cual colabora el esposo, se complementa con capacitación a terceros y con la construcción y venta de telares y ruecas.
Atrás ha quedado su carrera de profesora de Ciencias Jurídicas y Sociales, que aprendió en la Víctor Mercante, y su aversión por ciertas tareas manuales.
Su presente son los hilados artesanales y los tejidos en telar, que exhibe en ferias de la región.
Su futuro, si las cosas se dan, será capacitar a delegaciones de alumnos de países europeos, con los cuales tiene contactos muy adelantados.
Conjugará así su formación pedagógica con su destreza en el telar, que descubrió y cultivó en la adultez.
Juan Carlos Seia
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