Nueve amigos, nueve motos y muchas ganas. Todo lo que se necesita para vivir un viaje inolvidable. De Villa María a la costa chilena, ida y vuelta, en seis días. En el medio la aventura, las imágenes de la cordillera que se casan con la retina y la sensación de libertad y plenitud que sólo la ruta puede transmitir. Ellos, hijos de nuestra ciudad, lo hicieron. Aquí están para contarlo.
s El grupo
Del periplo participaron Víctor Urbani (50), Sergio Morello (42), Carlos Castro (33), Juan Caler (45), Ricardo Taberna (50), Daniel Presensa (52), Eugenio “Gallego” Fernández (66), Aldo Torres (50) y Carlos Ponce (51). Salvo este último, quien trabaja como camionero, los demás son comerciantes locales. Algunos se conocían desde muchos años, otros no tanto. Todos estuvieron de acuerdo en que había que quebrar con lo cotidiano y largaron. Los acompañaron sus ruidosas compinches: mayoría de Hondas Tornado 250, una Nighthouse de la misma marca y cilindrada, otra Honda NX Falcon 250, una Yamaha YBR 250 y la poderosa Shadow 750 cerrando filas.
La salida fue un 24 de noviembre del año pasado. Partieron desde estas latitudes, atravesando las provincias de Córdoba, San Luis y San Juan, cruzando a Chile por el Paso de Agua Negra, llegando a la costera La Serena. De allí hacia Viña Del Mar, vuelta a Argentina por Mendoza y regreso al centro del país. En total fueron 2.900 kilómetros de paisajes alucinantes y grandes dosis de placer.
Así lo recuerda Caler: “El viaje fue increíble. Recorrimos lugares de gran belleza, compartiendo cosas con un grupo muy lindo. La verdad es que cruzar la Cordillera en moto es algo muy difícil de describir. Las formas, los colores. Una cosa es verlo en fotos y otra estar ahí, al aire libre yendo por esos caminos. Una experiencia única”. Al respecto, Castro cita algunas de las vicisitudes que debieron sortear en el cruce de Los Andes: “Estábamos muy alto, a más de 4700 metros sobre el nivel del mar. Uno se da cuenta de eso porque la moto se te apuna. Ibamos en segunda, con mucho viento y a un máximo de 30 ó 40 kilómetros por hora. A esas altitudes los motores no responden”. Sin embargo, aclara que no hubo mayores percances: “A pesar de esas condiciones, no tuvimos problemas, ni ahí ni en el resto del viaje. Nos salió todo redondo”, comenta.
s Antes y después
Lo cierto es que la expedición había comenzado mucho antes de aquel miércoles de noviembre. La idea se gestó en Merlo, San Luis, durante uno de los tantos paseos que los amigos realizaron en las zonas serranas. Allí, hipnotizados por las montañas, proyectaron en sus mentes como sería surcar la cordillera en dos ruedas. La imagen los cautivó tanto que se decidieron al instante. Fue cuestión de ponerle fecha al asunto.
“Lo de Chile de alguna manera potenció todas las excursiones que nosotros veníamos haciendo. Por lo general, una vez por mes nos vamos a algún lado, ida y vuelta en el día. Pero esto fue diferente, mucho más fuerte en todos los sentidos”, asegura Castro, el benjamín de la tropa. Tanto él como Caler coinciden en resaltar lo que a su entender fueron los momentos más destacables de la experiencia: el cruce de Aguas Negras (“lo que más disfrutamos, algo impresionante”, testifican al unísono), el tramo La Serena - Viña del Mar (costeando el Océano Pacífico) y la bajada a toda velocidad desde la frontera hasta Mendoza. Como acotación, subrayan la “buena onda y predisposición” de los hermanos chilenos, el tráfico y la gran cantidad de camiones que los escoltaron permanentemente en el trayecto y por supuesto, la curiosidad de familiares y amigos una vez aterrizados en casa.
Ahora, el horizonte de la pandilla dicta un viaje a las cataratas y otro al Machu Picchu, el sueño alcanzable. Tendrán que pasar algunos meses antes de retomar casco, campera y mapas. “Vamos a seguir organizando itinerarios, de eso no hay duda. Viajar en moto es lo mejor, te brinda todo. Eso lo terminamos de comprobar en esta ida a Chile. Más allá del cansancio, fue algo espectacular. Lo volvería a hacer sin dudarlo”, enfatiza Caler. El espíritu aventurero, no caben dudas, quedó intacto.
Pepo Garay
El viaje, paso a paso
Día 1: salida en la madrugada de Villa María: Río Cuarto - San Luis - Villa Mercedes - San Juan. Descanso en la ciudad capital y otros 200 kilómetros hasta el poblado de Pismanta, cercano a la frontera. Día 2: cruce de la cordillera a través del imponente Paso de Agua Negra. Arribo a La Serena en horas de la tarde. Día 3: descanso en aquella ciudad turística. Playa y relax. Visita al famoso Faro Monumental y a la vecina localidad de Coquimbo. Día 4: recorrido de 390 kilómetros costeando el Océano Pacífico hasta Viña del Mar. Día 5: regreso a Argentina subiendo la cordillera por el famoso “Caracol”. Arribo a Mendoza. Día 6: salida hacia Río Cuarto. Tormenta, lluvia y piedras en el sur provincial. Llegada a Villa María bien entrada la noche.
Epígrafes: 1) Las postales increíbles de la naturaleza se repetían en el viaje
2) Los intrépidos motoqueros posando en medio del camino
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