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Romina Cáceres y Carolina Gómez coordinan el espacio ubicado en calle San Luis |
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Escribe: Juan José Coronell
(especial para EL DIARIO)
En San Luis al 549 se encuentra el centro pedagógico Monigote. Pero no es un lugar más y no sólo por la fachada que está pintada de diferentes colores. Esta escuela es diferente, porque basa todo su aprendizaje a través de la pintura.
La psicopedagoga y técnica en Discapacitados Intelectuales y Estimulación Temprana, Carolina Gómez, lo sintetiza de esta manera: “La idea es integración a través del arte”. A Monigote asisten chicos con diferentes problemáticas (como autismo), niños con capacidades diferentes o que solamente tienen problemas de conducta o conflictos familiares.
“Veíamos que no había nada de este estilo en la ciudad, ningún centro con terapia donde el arte es lo importante”, asegura Romina Cáceres, dibujante especialista.
“Es increíble lo que pueden hacer los chicos con el trazo, con el color y demás, es ahí donde nosotros vemos cosas y vamos trabajando. Porque lo importante es que no se den cuenta que nosotras los estamos observando”, continúa Carolina, quien empezó hace tres años como ayudante de Romina y desde aquel entonces no se separaron; por el contrario se complementaron.
El lugar
La llamativa casona es el orgullo de las jóvenes, ubicada bastante lejos -geográfica y simbólicamente- de donde habían comenzado. Durante tres años, trabajaron en la casa del padre de Romina, precisamente en el garaje. “Llegábamos una hora antes para preparar todo y nos íbamos una hora después porque dejábamos los trabajos entre las sillas o pegados en la puerta para que se secaran”, asegura Carolina.
Entre pinceles, revoques, mates y criollos levantaron la nueva sede. La casa pertenece a la familia Ramonda -se encuentra al lado de la estación de servicio homónima- quienes nunca tuvieron problema en que pintaran toda la casa y le pusieran los más variados colores. El establecimiento cuenta con salas de juego, de trabajo, un patio, el baño y hasta la sala de recepción intervenida y con frases alusivas: “Sólo los artistas y los niños ven la vida tal cual es” o aquella que resume la imaginación de los que concurren y de quienes enseñan: “¿Volamos juntos?”.
Divididos en grupos
Entre los 40 niños que asisten, se hallan tres grupos: minis de 2 a 5 años, principiantes de 5 a 9 años y avanzados de 9 a 12. También concurren adultos y adolescentes con patologías severas. Dentro de los talleres, también se dictan clases de malabarismo y de magia a cargo del Payaso Pururú, quien arriba munido de su bicicleta y su megáfono.
En ese contexto, los chicos hacen lo que muchas veces no pueden en casa. Pintar, ensuciarse, liberarse por momentos y crecer. Así es Monigote. Un lugar necesario, para el disfrute.
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