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El peregrino impertinente

Andamos por la vida con dos piernas, dos brazos y desde hace algunos años, también con un celular. El aparato telefónico se ha convertido en una parte más de nuestro cuerpo. A donde vamos, lo llevamos. En diferentes medidas, y con matices según el caso, dependemos de él. ¿Está bien? ¿Está mal? Qué sé yo. Está y punto.
Pero cuando nos vamos de viaje, el protagonismo del artefacto, en teoría, merma. En algunos casos, la gente no quiere saber nada con andar pendientes de las llamadas. En la playa, por ejemplo. ¿Quién va a perder el tiempo mirando el celular? Si están todos desaforados viendo los tremendos cu…adrantes que el sol marca en el horizonte. Lógico que nadie quiera que semejante espectáculo de la creación sea interrumpido por un ring tong.
Aunque claro, también están las personas que ni en esos momentos de contemplación dejan el aparatito de lado. El tipo está en el Glaciar Perito Moreno, al lado de aquella maravilla única en el mundo, con la oportunidad de vivir una experiencia irrepetible y en vez de contemplar la deslumbrante escena, concentra su atención en el envío de un mensaje de texto: “Lstima q no pdiern vnir ¿Sliern anoch? Yo tnia gans de irme de ptas acá, pro no hay un crajo d nada ¿Tnes idea q pso con la mle moli en bailndo x 1 sueño al fnal?”, escribe. Mientras el salame deja escapar preciados momentos redactando huevadas, se produce un desprendimiento, situación que sólo se da una vez por década y a la que se considera como uno de los fenómenos más extraordinarios que la naturaleza puede prodigar. “M prdi el dsprndimient x star mandndot un mnsajito, q bludo ¿Sbes cmo slió Blgrno?”.
Y sí. El poder de las telecomunicaciones, ¿viste?