Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Están lustrando el suelo de la plaza Independencia. Lo lustran con una enceradora. Con una enceradora lo lustran. A ver: hay un tipo subido a una máquina bestial que recorre la principal explanada de Mendoza, encerando el suelo. El acto resultaría insólito en otros puntos del país. No así en la ciudad cuyana, donde la limpieza y el cuidado de los espacios públicos es una saludable constante.
Esa costumbre se repite en el resto de las muchas plazas existentes. Los espacios verdes son mimados en la capital, constituyéndose así en verdaderos privilegiados del trazado urbano. Fuentes, arboledas, paseos... Belleza de cabo a rabo. Mendoza brilla con luz propia. Como si hiciera falta, las máquinas bestiales la siguen encerando.
Evocando gestas
La caminata por el centro es un ejercicio sencillo e inspirador. La peatonal, rebosante de gente y comercios, evidencia el desarrollo de la metrópoli. A partir de allí el viajero descubre una de las facetas más afables del municipio. Los foráneos dan cuenta de tal realidad, y se agolpan para recorrer calles y avenidas.
La belleza local se puede disfrutar en lugares como el Paseo de las Alamedas, el barrio Cívico o el parque San Martín. Este último exhibe los majestuosos portones franceses, llegados a nuestro país a principios del Siglo XIX. La obra es uno de los tantos monumentos que rememoran la proeza libertadora del general y su ejército. Otros sitios que evocan la gesta son las Ruinas de San Francisco o el Parque O’Higgins, espacios vitales en donde San Martín organizó el cruce de los Andes.
Pero sin dudas, es en el Cerro de la Gloria donde el aura sanmartiniana se aprecia de la mejor manera. Allí se erige un soberbio monumento dedicado al Ejército de Los Andes. Los detalles cincelados en bronce relatan de forma poética los sucesos de aquel capítulo cardinal de nuestra historia.
Contexto natural
Mendoza es uno de los destinos qué más ha crecido en materia turística, particularmente a través de la llegada de extranjeros. El mundo reconoce en esta urbe un punto cardinal en lo referente a perspectivas montañosas y vinos de alta calidad. A la hora de analizar los alicientes, la oferta se torna sumamente apetecible.
Será momento entonces de reconocer el contexto natural. Alrededores vigorosos en materia de paisajes y terrenos que invitan recorrer las verdades que respiran en cerros y quebradas.
En ese sentido, se destacan circuitos como el de Valle de Potrerillos, en Luján de Cuyo. Este deslumbrante escenario está enclavado entre la precordillera y el cordón del Plata, a sólo 60 kilómetros de la capital provincial. A similar distancia, se encuentra la localidad de Rivadavia, cuyo principal atractivo es el dique El Carrizal. Más alejado, el Valle de Uspallata (en Las Heras) justifica con sus vastas virtudes la escapada hacia la frontera con Chile. Las recorridas por las bodegas son otra cita obligada. Buen vino y mejores horizontes se erigen en forma de tándem devastador.
Siempre deslumbrando
Después de la excursión por los alrededores, el centro de Mendoza se ve todavía más lindo. Es como si la misma montaña se reflejara en el asfalto. Bella como pocas, la ciudad de los mil verdes deja su estela dando vueltas en la memoria. Siempre deslumbrando, así la recordará el viajero.
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