El Día Internacional de la Mujer no nació de un hecho específico o unívoco. Es más bien el resultado de una serie de acontecimientos que se desarrollaron a principios del Siglo XX y que ya tenían sus antecedentes en la última parte del XIX. No obstante, entre aquellos sucesos, algunos se destacan por sobre el resto. Por su magnitud, su importancia simbólica y su peso histórico bien podrían considerarse como los cimientos de esta jornada instituida a nivel mundial. Durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que tuvo lugar en la ciudad danesa de Copenhague, en 1910, se aprobó establecer El Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Al año siguiente, la jornada se celebró por primera vez, aunque con fecha el 19 de marzo. Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza fueron los únicos países donde la festividad adquirió carácter oficial. Reuniones y grandes actos tomaron parte de la agenda. En los mismos, hombres y mujeres pusieron el grito en el cielo. El reclamo era terminante: igualdad de género, de una vez por todas. Igualdad en la casa, en el trabajo, en la educación, en la participación política. La masividad de las asambleas no dejaba lugar a la duda: algo estaba cambiando en la conciencia de la gente. A los pocos días, un trágico incendio ocurrido en una fábrica de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, se cobró la vida de unas 140 mujeres trabajadoras. La tragedia sirvió para desnudar las lamentables condiciones laborales sufridas por muchas obreras de sexo femenino, lo que generó cambios importantes en la legislación de aquel país. Las repercusiones a nivel mundial fueron inmediatas. Sin embargo, fue en la Rusia de los Zares donde la historia dio un giro aún más significativo. Mientras los movimientos del socialismo precomunista hacían tambalear al todopoderoso régimen, un enorme elenco de mujeres salió a la calle a dar la estocada final. Al grito de “Pan y paz”, en plena coyuntura de hambre y guerras internas que desangraban a la Nación, las valerosas damas declararon su descontento. Huelga y resistencia. La presión, entonces, se tornó insoportable. Cuatro jornadas después el Zar abandonó su cargo y el Gobierno provisional otorgó a las mujeres el derecho al voto. Fue el 8 de marzo de 1917.
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