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“Al principio me costó que los clientes se acostumbraran a hablar conmigo. Siempre pensaba que era la secretaria, o la de limpieza...“, recuerda |
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Habla con tanta naturalidad sobre rectificación de motores como de Mozart, Bach y Beethoven. Mientras lija un trozo de metal, comenta las particularidades del período barroco de la música clásica. Explica algo de la chapa y la pintura, y vuelve a los solfeos, los preludios y las fugas. Lo que se dice, una mente abierta. El de Valeria Ruiz (villamariense, 28 años) es un caso tan infrecuente como interesante: una mujer que trabaja como mecánica (lo que ya de por sí representa un hecho llamativo) y que además es pianista. Pluralidad que se celebra y admira. Y sobre la que también vale la pena indagar.
“A mí me gustan las dos cosas. Disfruto tanto de trabajar en el taller como de tocar el piano. Lo que pasa es que yo no me caso con nada, le escapo a la rutina y a hacer siempre lo mismo. Por eso estoy buscando cosas nuevas permanentemente, cosas que me atraigan de una u otra manera, más allá del terreno laboral”, enfatiza Valeria, sentada en un rincón del taller que atiende junto a su papá Rubén, en barrio Roque Sáenz Peña. Aquí pasa gran parte del día, entre autos, camiones y herramientas. La herencia, queda claro, le llegó por parte paterna.
@ Del Conservatorio al taller
Lo que también viene de familia es su amor por el piano. El tío Germán es un referente de la música clásica en Villa María, al igual que la tía Gladys, una de las fundadoras del Conservatorio Felipe Boero. Ellos, fundamentalmente, fueron quienes le inculcaron esa pasión que aún sigue intacta. Con nueve años comenzó a manipular las teclas, aunque fue sobre el final de la escuela secundaria que le dio seriedad al asunto. Ahí despuntó la evolución paulatina, hasta recibirse como profesora de Música. Una profesión, la docencia, que espera comenzar a desarrollar en el presente 2011.
Sin embargo, Valeria lejos está de pensar en abandonar la actividad del taller. “Quizás con otros tiempos y otras funciones, pero me gustaría seguir ligada a esto”, aclara y se ríe: “En teoría un pianista no debería ni lavar los platos, ¡y yo acá le meto mano, me ensucio bastante! Igual creo que más adelante voy a seguir con cosas más livianas, tal vez la administración del negocio y eso”, augura.
Consultada sobre las reacciones de la gente cuando ve a una mujer trabajando en el taller, la única descendiente femenina de los Ruiz dice: “Al principio me costó que los clientes se acostumbraran a hablar conmigo. Siempre pensaban que era la secretaria o la de limpieza. Ahora ya lo van asumiendo como algo normal. Existe alguno que otro de mentalidad más machista, los que se creen que por ser mujer una no puede saber de autos, pero son los menos”.
De cualquier manera, puntualiza en que aquellas actitudes no le generan mayor preocupación: “Y bueno, ya se acostumbrarán. Acá cada uno puede pensar lo que quiera, yo no me voy a poner a ladrar por eso. Está todo bien. Lo importante para mí es animarme y darle para adelante, más allá de lo que digan”. La hace simple Valeria. Se lo toma con soda. Después vuelve a ensuciarse los dedos. Los mismos que luego le arrancarán hermosas melodías al piano de casa.
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