El tiempo de la mujer
El ascenso de la mujer en el cielo de la historia (llámese “feminismo” o “conquistas irrenunciables”) ha traído luz, calidez, fortaleza y enriquecimiento imaginativo y emocional al pensamiento y a la acción social.
No es el día, es el tiempo de la mujer, como queda de manifiesto a nivel mundial.
¡Felicitaciones, entonces y agradecimiento por lo que le toca a cada una en sus espacios habituales de cada jornada!
Presbítero Guillermo “Quito” Mariani
Día de la Mujer... trabajadora
De ninguna manera me podía olvidar de este día tan importante. En escritos anteriores ponía sólo: Día de la Mujer. Hoy, le pongo apellido. El adjetivo: es la parte de la oración gramatical que califica al sustantivo.
Porque no quiero referirme a las mujeres "florero”, las que están de adorno; esa mujer que ni estudia ni trabaja ni aporta nada. Su principal ocupación y preocupación es la de conjuntar la ropa que se pone...
Sí, me quiero referir a aquellas mujeres que luchan a diario por conseguir algo mejor, aunque sólo sea para los suyos (que no es poco). Es esa mujer capaz de ser: madre, esposa, abuela, la que trabaja fuera y trabaja dentro. Es esa mujer que deja a sus hijos pequeños al cuidado de otros para llevar un sueldo a casa.
Pero es también esa mujer que sacrifica momentos de ocio para estudiar de mayor lo que no pudo de adolescente. También es esa mujer a la que eufemísticamente se le llama “trabajadora sexual”. Esa mujer que soporta babas de varones lascivos. Y esa mujer que tiene que soportar insinuaciones asquerosas por no perder el puesto de trabajo.
La mujer que tiene que demostrar que vale, mientras que al varón como en el Ejército: “El valor se le supone”. Hay pruebas fehacientes de que la mujer está minusvalorada. Minusvalorada y mal retribuida.
¡¡¡Nos queda tanto por hacer!!!
Lo maravilloso sería que un día dejáramos de tener un “día” dedicado a la mujer. Que las sociedades hubieran trabajado tanto para la igualdad plena y que por fin la consigan.
Antonio R. Rubio
Fábula de la hembra y el macho
En la era de los gruñidos, cuando los muchachos se disputaban en la puerta de la caverna la parte más sabrosa del animal recién cazado, quien ponía orden y daba las instrucciones era una mujer, ya que en las sociedades primitivas se vivía bajo el sistema de matriarcado.
Hasta que un buen día uno de los muchachos se cansó de escuchar la voz de mando femenina y se las agarró con la dama que encontró más cerca: su hermana. Terminada la lucha, después de propinarle una serie de garrotazos, el varón se dio cuenta de que su fortaleza física era superior a la de quien alguna vez dirigiera el clan.
Después, lo comentó entre sus camaradas de sexo, cundió la rebelión y todos, munidos de sus respectivos garrotes, comenzaron a propinar golpes a diestra y siniestra contra todo lo que se movía con perfume de mujer. De esa manera instauraron el patriarcado, una nueva forma de ordenamiento del núcleo social primitivo; ni mejor ni peor que la anterior.
Parece que el matriarcado había sido muy duro, casi impiadoso con los hombres del clan, ya que después de aquella paliza con visos de guerra de sexos -primer caso de violencia familiar en la historia de la Humanidad- los masculinos siguieron arremetiendo contra los femeninos con actitudes de revancha que se proyectaron en el tiempo.
Fue, entonces, que tímidamente se comenzó a gestar el primer movimiento de reclamos feministas.
Hasta que la relación de fuerzas se equilibró y la mujer comenzó a caminar junto al hombre en igualdad de derechos, a pesar de algunos trogloditas que añoran el tiempo de las cavernas, los garrotes y el privilegio de elegir la mejor parte del venado recién cazado.
Rubén Rüedi
A vos te lo digo
A vos que te dividís por tres, por nosotros; a vos que te dividís por cuarenta, en el aula; a vos que no sabés contar las horas en la espera ni en la ruta de la alegría, pero que sin embargo te multiplicás; a vos que sentís el dolor que nos duele; a vos que nos enseñás la sencillez de la vida; a vos que no podés ser otra que vos misma, la única, la nuestra, la de todos; la de cada Día de la Mujer, los trescientos sesenta y cinco días del año. A vos, amor.
Alberto Botta
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