Dice que una mujer de Río Cuarto le rompió el corazón y que para aplacar el dolor que vivenció, eligió convivir con heridas en todo su cuerpo, producto de cerca de dos centenares de aros corporales.
Axel Rosales, nacido en Villa María hace 25 años, luce hoy en su cara, cuello, lengua, dientes brazos y torso, más de 170 piercings.
"Lo hice en principio por amor a ella, cambié el dolor del corazón por uno físico. A diferencia de otros hombres, yo no busqué una chica sino que elegí autoflagelarme", explicó el joven en diálogo con EL DIARIO.
"Yo amo el dolor. Desde que me separé de ella esta es la forma que encontré para sentirme mejor. El dolor alivia mis penas sentimentales", enfatiza el que tiempo atrás se ganara la vida como stripper y modelo.
De todos modos y a pesar de que sus dilemas sentimentales se disipan gracias a su elección, los familiares de Axel prefieren la lejanía.
"Mi mamá no quiere verme porque sufre al observarme. Me habla por teléfono y está al tanto de cómo estoy yo pero sin contacto visual", acota antes de decir: “Tengo una decisión asumida. Yo convivo con el dolor y cada vez quiero más, es un deseo al que estoy acostumbrado”.
“Lo más complicado es lavarme la cara y ponerme ropa que se ajuste al cuerpo, en todo lo demás llevo una vida normal”, remarcó.

@ Por el récord

Si bien Axel ya tenía algunos aros (los primeros se los puso a los 12 y 16 años), el proceso de transformación total de su fisonomía comenzó en enero de este año, a un ritmo más que vertiginoso.
"La mayoría son piercings que elijo porque me gustan, no tienen una característica particular. En gran parte me los he colocado yo y una pequeña porción tuve la ayuda de un especialista que trabaja en el centro de la ciudad", comentó el reporteado.
Vale destacar que, salvo escasas excepciones, las perforaciones fueron realizadas sin ningún tipo de anestésico local.
"Mi idea es formarme una máscara. Al principio tenía como una especie de antifaz, pero ahora con la cantidad de aros que voy a tener el proyecto cambió", indicó.
En cuanto a su plan, Rosales destacó que intentará batir el Récord Guinness en piercings. "Todo esto empezó el 5 de enero, pero todavía me faltan más. Hoy el récord lo tiene un londinense con 245 aros, quiero superarlo y establecer una nueva marca mundial", anticipó.

@ Sin miedos

"La gente que me ve en la calle lo primero que pregunta es cuál piercing me dolió más y cuántos tengo, esas son las consultas típicas", dice Axel que, sin dudas, acapara toda la atención del lugar donde se encuentre.
"Hay también otros que se interesan por mí, se sacan fotos conmigo. Por suerte la mayoría no me rechaza, se sorprenden pero me aceptan sobre todo la gente mayor, aunque parezca raro", subrayó.
“Me considero una persona gótica... siento que estoy muerto en vida”, expresa Axel en otro tramo de la entrevista con este matutino.
“Esta es una forma de vida que he elegido desarrollar y no hay espacio para otra cosa”, manifiesta a renglón seguido advirtiendo que se encuentra también a la búsqueda de sponsors que lo ayuden a bancar económicamente la llegada a su objetivo.
“Llevo invertido bastante dinero y necesito alguna ayuda extra”, indicó en este sentido.
Para cerrar, Axel recordó que la persona de quien estaba enamorado, semanas atrás, intentó regresar a su lado. Muy tarde...el villamariense ya había encontrado en el sufrimiento cotidiano una forma de placer corporal más cautivante y duradera.
@ Perforarse: más que una moda

La costumbre del piercing es milenaria y se practica por muy diversas razones en distintos países. Perforarse la nariz, el ombligo, la ceja, los pezones o los genitales es considerado por muchos jóvenes como una forma de expresarse.
Resulta imposible establecer en qué momento exacto apareció el piercing en la historia de la Humanidad, aunque lo cierto es que su origen es tan antiguo como la misma piel. Por una gran variedad de motivos es un arte antiguo y venerable que en las últimas décadas parece haber emergido de nuevo.
Ya en la Roma de los centuriones, los miembros de la guardia del César llevaban aros en los pezones como muestra de su virilidad y coraje, así como un accesorio de sus vestimentas ya que les permitían colgar en ellos las cortas capas que usaban.
Desde antes de la época imperial y hasta nuestros días, en diversos lugares del planeta la práctica de exhibir colgantes corporales es costumbre y hasta parte de la cultura de algunos pueblos.
Por caso, vale el ejemplo de grupos étnicos de Papua, Nueva Guinea, Polinesia, Africa y la India que todavía lo siguen utilizando. En un principio su función era defensiva ya que daba un aspecto más feroz a quien lo llevaba, aunque sus fines actualmente son también estéticos y permiten a los distintos grupos tribales diferenciarse entre ellos y conocer el estatus social del que lo lleva.