A las 23.39 del viernes 17 de marzo de 2006, murió el padre Hugo Salvato. El periodista de EL DIARIO que hizo guardia hasta ese instante en la Clínica Doctor Gregorio Marañón, regresó a la Redacción y escribió apurado la nota de despedida, que apenas tres horas después saldría impresa en la edición del sábado. Ya en el primer párrafo decía: “Habría que buscar en lo más profundo de la memoria para encontrar a alguien que haya hecho tanto como él por los pobres, por la comunidad local en su conjunto,y aún así es probable que no se encuentre a otro igual”.
Hoy, transcurridos cinco años desde aquella última jornada, se puede seguir buscando a personalidades que caminaran las calles de la dos Villas con tanto para dar... y aún así es probable que no se encuentre a otro igual.
Del mismo modo, podríamos afirmar que pocas historias con tanto valor humano como la suya, han sufrido semejante oscurantismo desde la cúpula de la institución a la que perteneció. Silencio en los altares en torno a la figura de quien en determinados momentos optaba por los desposeídos antes que por las jerarquías.
Las dos Villas a las que tanto les dio, desde Lourdes y Villa Carlitos hasta el barrio San Antonio, en cambio, le han asignado su nombre a calles, a una escuela, a un grupo de scouts... y para miles de fieles locales sigue siendo el padre nuestro que está en los cielos.
Es que Paolo Salvato, de Pieve di Curtarolo, el que se formó en el seminario de Erba, en el liceo Mondoví de Cúneo, el que siguió creciendo espiritual e intelectualmente en Caravate y la Universidad de Laterano, en Roma, decidió ser Hugo, el misionero de la pasión cristiana. Así llegó a este punto del Planeta para entregarse a los demás.
Y como lo afirma su biógrafo, el historiador Rubén Ruëdi, “el padre Hugo Salvato hizo de su existencia un derroche de vida...”.
“Será un paradigma del hombre nuevo. Despojado de toda mediocridad que conlleva la vorágine mundana, fue construyendo un mensaje de grandeza humanista destinado a proyectarse en las generaciones venideras...
Salvato escribió una de las páginas más coherentes del legado cristiano...
Vilipendiado y sublimado, por unos y otros, siempre tuvo a los desterrados de la dicha caminado a su lado.
El padre Hugo será mucho más que un ícono. Fue un hombre de carne y hueso que decidió existir en función del prójimo, con el derrotero de trazar un surco profundo en el camino hacia la realización comunitaria de los pueblos”.
“Habría que buscar en lo más profundo de la memoria para encontrar a alguien que haya hecho tanto como él por los pobres...”, ariesgaba aquel cronista.
“Padre nuestro que estás en el cielo...”, dicen los suyos, que son tantos.
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