Escribe:
Rubén Rüedi*
De pronto, en la calurosa mañana del 29 de enero de 1882 un desconocido resplandor ilumina el despertar de los ochocientos habitantes de Villa María. Un joven se asoma a la puerta de su casa. Tiene veintisiete años y ha llegado a la comarca como empleado de la Oficina Nacional de Correos. Se alisa los opulentos bigotes, mira hacia una y otra esquina, sus ojos se nublan detrás de los redondos anteojos y al primer vecino que pasa, ganado por la emoción le dice:
-¡Ha salido el sol!
Sí, ha salido El Sol. Y hará historia.
Lucio Capdevilla, bisnieto del hidalgo español José Capdevilla, nacido en Burgos en 1673, y llegado a América cuando era mancebo, intuía que esa mañana de domingo estamparía su nombre en las páginas fundacionales de la ciudad aún naciente. El Sol, primer periódico de la incipiente Villa María, era su hijo. Parido a mano alzada, es decir manuscrito y reproducido con el sistema calcomanógrafo recientemente inventado por un farmacéutico entrerriano, vino a constituir el primer medio de expresión gráfica, imbuido de una ideología liberal y progresista.
Decía Lucio Capdevilla en el prospecto del domingo 22 de enero, previo a la aparición del primer número formal del periódico:
“Tiempo ha, que ocupa nuestra mente la idea de dotar a estas poblaciones de un órgano de publicidad que a la par que sirviera de entretenimiento a los lectores, pudiera tenerlos al corriente de las noticias locales, y de los progresos de una y otra Villa, que hoy pasan desapercibidos para la mayor parte de los habitantes.”
Y luego continuaba, sin deslindarse del tiempo que le tocaba vivir:
“Al lanzarnos a la arena periodística por primera vez, sólo nos lleva la esperanza de que, conociendo nuestros convecinos el desinterés por el lucro que esto pudiera darnos, nos presten su ayuda, y en el tiempo El Sol hoy calcomanografiado, pueda aparecer en caracteres tipográficos haciendo conocer al resto de la República que las poblaciones de Villa Nueva y Villa María, tienen su imprenta, y su periódico a diario, en el que se esparce la luz a sus habitantes”.
Después agrega, definiendo la línea literaria de El Sol: “Su carácter será Joco-Serio, sin degenerar en personalidades ni chavacanerías”.
Por entonces, Villa María contaba con una capilla, setenta casas y un centenar de ranchos. También disponía de tres hoteles, lo que da referencia del flujo de personas en tránsito por este nudo vital de la economía nacional. Dos boliches eran el ámbito donde los parroquianos se detenían a comentar las vicisitudes cotidianas de finales del Siglo XIX. Seguramente, acodados en el mostrador, en estos boliches los vecinos de entonces discutían sobre uno de los temas candentes, en tiempos donde las ideas se defendían hasta con la propia vida, como era la dicotomía entre educación “libre” y educación “laica”. Capdevilla era un ferviente defensor de esta última instancia, progresista y acorde a los tiempos de refundación nacional. Sus férreas posiciones ideológicas le llegaron a costar días de cárcel.
s Orillas
enfrentadas
En la vecina Villa Nueva, con rasgos de identidad vinculados al conservadurismo clerical, anidaba el periódico La Verdad, tradicionalista y católico, que levantaba las banderas de la educación religiosa. Entre los dos medios se libraron verdaderas batallas de tinta en defensa de sus respectivas posturas.
Desde las cuatro páginas que constituían el periódico dominguero, el joven Capdevilla junto a sus estrechos colaboradores alentaba la constitución de la Municipalidad propia, cuando todavía Villa María dependía de la Municipalidad de Tercero Abajo con asiento en Villa Nueva.
La reforma de la Constitución provincial, promulgada el 11 de enero 1883 por el gobernador Juárez Celman, determinaba la caducidad de las municipalidades departamentales y esta circunstancia le otorgaba a la Villa fundada por Ocampo autonomía y municipio propio. De esta manera, una lista única acordada en El Progreso, primer club social de la aldea, erigió en las elecciones del 2 de diciembre de 1883 al barbado Pedro Viñas, identificado con el Partido Autonomista Nacional, como intendente y a Lucio Capdevilla como a uno de los seis concejales del primer Gobierno municipal.
A sólo tres meses de su aparición manuscrita, El Sol contaba con imprenta propia y ya amanecía tipografiado. Hasta entonces, como ya dijimos, aparecía manuscrito y el original se multiplicaba en copias de delgado papel que luego se pegaban en hojas de un papel más grueso. Así llegaba a los suscriptores, en cuatro páginas.
Para adquirir la maquinaria su fundador recurrió a la suscripción pública de acciones, logrando colocar todas en Villa María a excepción de la que se hizo acreedor el médico Dionisio Vaz y Elena, radicado en Villa Nueva, el único de la otra orilla que apoyó el emprendimiento.
El cuerpo del periódico contaba con varias secciones: la editorial, de fuerte tendencia política y la sección “noticias”, que iba desde comentarios sobre el mal estado de las calles a la información sobre viajes que realizaban vecinos a otras ciudades, sin obviar el comentario de las reyertas familiares ni el anuncio de los bailes carnavalescos. Además, la sección “amena” tendía a la lectura de entretenimiento y a la participación de los lectores. “Flechazos” se titulaba el espacio dedicado a resaltar con cierta ironía la chismología cotidiana de la pequeña aldea mediterránea y en la sección “literatura” aparecían las amorosas poesías que, impregnadas de platónico lirismo, se firmaban simplemente con iniciales; aunque seguramente el autor había sido el mismo editor del periódico.
Tal vez de esa manera irradiaba rayos de sol desde su corazón poeta, sensibilidad que tuvo ascendencia sobre su hijo Arturo, el autor de “Córdoba azul de las campanas”. Por último, la edición se cerraba con los avisos comerciales que son un fiel reflejo del antiguo movimiento comercial de las dos Villas.
Fueron duros años de subsistencia para nuestro primer periódico que, el 27 de setiembre de 1885, dejó de irradiar luz sobre el pueblo; tres años y ocho meses después de su primer amanecer.
s Ultimos destellos
Mientras El Sol avanzaba hacia el cenit de la consideración popular, Capdevilla buscaba quién pudiera darle un sesgo más profesional a su medio de comunicación y en Rosario contacta a Fernando Correa, avezado hombre de prensa, quien acepta el desafío y se radica en Villa María. Además, el fundador del periódico se propuso traer una imprenta a esta ciudad y así fue como el 7 de mayo de 1882 salió el primer número con caracteres tipográficos.
Fernando Correa no sólo dirigía los trabajos de impresión, sino que además componía, ya que su oficio era el de tipógrafo y fue el primer hombre que ejerció este trabajo en Villa María. Pero hubo alguien que, sin interés económico alguno, le tendió una mano en la fatigosa tarea de armar palabras: Alejandro Voglino, vecino inquieto si lo hubo, se hacía tiempo en sus faenas telegráficas para ayudar al tipógrafo a componer el periódico. Mientras Correa se dedicaba también a la tarea de recabar información y desempeñarse como cronista, se incorporó como redactor José García Delgado. Pero El Sol quiere alumbrar desde la distancia y para ello suma corresponsales radicados en Bell Ville, San Juan y Rosario.
La imprenta del primer periódico se instaló en calle Paraguay -actual Bartolomé Mitre- frente a la plaza del Este -actual Independencia- cerca del edificio comunitario de Mendoza 850 donde funcionara la escuela y la capilla. Allí, el cura Anselmo Chianea leía con el corazón palpitante las líneas del periódico que frecuentemente estaban dedicadas a su persona en términos poco amigables. Lucio Capdevilla, como tantos de sus contemporáneos de horas fundacionales, adhería a la masonería y su espíritu anticlerical afloraba en instancias de fragorosos debates. Además, la personalidad del padre Chianea, hombre de posiciones intransigentes en cuanto a los dogmas católicos, provocaba la permanente discusión con quienes disentían con su manera de pensar.
Los enfrentamientos continuos con la Iglesia y sus duras posiciones en defensa de los ideales liberales determinaron que Lucio Capdevilla cargara todo el peso de una causa compartida por muchos. Sufrió persecuciones, atentados contra el taller donde se imprimía El Sol, detención policial y, al final, el quiebre de su resistencia espiritual cuando tenía cuarenta y un años, que lo llevó a emigrar del pueblo al que había llegado dispuesto a dar rienda suelta a las voces que buscaban un eco para repetirse en la población.
Pero El Sol siguió asomando aun después de la partida de Capdevilla. Primero lo dirigió su jefe de taller, Fernando Correa y luego, en forma sucesiva, Bernardo Fernández, Luis Caminos y Pedro Viñas; hasta que el 27 de setiembre de 1885 se apagó para siempre.
Día singular el 27 de setiembre: fecha en que Sarmiento vetó la ley que declaraba a Villa María capital de la República, día en que el primer periódico cerró sus puertas y, actualmente, fecha en que se celebra la fundación de la ciudad. Puras coincidencias de la marcha del tiempo.
s El fragor
de las ideas
Muchos fueron los que sumaron su esfuerzo para que El Sol alumbrara su época. Además de Lucio Capdevilla, es menester destacar el compromiso de Fernando Correa con el primer medio de comunicación villamariense.
Correa había nacido en Rosario el 30 de mayo de 1859. Fue secretario del primer Concejo Deliberante de Villa María y en 1892 electo concejal, mientras Florencio Arines era reelecto intendente. Años más tarde, cuando Fermín Maciel renunció a la jefatura comunal faltando poco tiempo para completar su período legal, Correa fue elegido para culminar el mandato al frente del Ejecutivo, el que sólo ejerció por dos meses. Además, en junio de 1891 el Gobierno provincial lo designó juez de Paz.
Pero Fernando Correa nunca abandonó la actividad periodística ni el oficio de tipógrafo que lo había traído a Villa María. En 1904 nace la primera revista de la comarca y quien fuera director de El Sol lo sería de La Idea.
El primer trabajador gráfico de Villa María falleció, nonagenario, en Buenos Aires el 13 de noviembre de 1951. Correa fue el iniciador de una larga tradición de trabajadores de la prensa que caracterizó a Villa María como una ciudad con manifestaciones periodísticas de gran intensidad que muchas veces entablaron ardorosas luchas ideológicas que, seguramente, elevaron el nivel intelectual de la Villa.
Corrían tiempos en que la aldea ctalamochitana albergaba a dos proyectos políticos y urbanos diametralmente opuestos. Uno planteaba las ideas liberales de la época, con sentido democrático y progresista, teniendo como premisa la modernización del pueblo. Además, esta postura encarnada por El Sol se asentaba en la distribución racional de las cargas impositivas y en la necesidad de ampliar las bases de participación social. La postura opuesta que desde Villa Nueva defendía La Verdad era sustentada por los especuladores de la tierra, con una fuerte postura conservadora en cuestiones políticas y sociales.
Al periódico El Sol, en cuanto a trascendencia en la historia de la Villa, lo siguió la mencionada revista La Idea, desde la que alzaba su pluma encendida el periodista español José Estévez Prieto.
Lucio Capdevilla no estuvo mucho tiempo en la comarca ctalamochitana, pero le bastaron unos pocos años para dejar una huella indeleble en la historia de Villa María. El fundador del periódico El Sol había nacido en Córdoba el 13 de setiembre de 1853 y llegó a la Villa como empleado del telégrafo nacional. Luego, en 1882, asumiría como jefe de esa dependencia, además de ser designado administrador de correos.
Nuestro primer periodista falleció en Córdoba el 19 de marzo de 1911. Ante su tumba, el joven Arturo Orgaz dijo: “...Ha muerto pobre, como se debe morir cuando se ha luchado mucho en silencio y sin contar con otros auxilios que los propios”.
*Presidente de la Junta
Municipal de historia
Epígrafes:
1) El insigne periodista junto a su hija
2) El primer número de nuestro periódico histórico
3) El Sol aparecía los domingos
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