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Goleador. Herrera está en un momento excepcional, algo que puede servir mucho en la Fase Reválida. |
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“Ya no hay tiempo de lamentos”, cantaba el Indio Solari en épocas de Los Redondos. Y seguramente la frase se impone desde hoy en Alumni, cuyo plantel volverá al trabajo con la obligación de sepultar esa imagen triste del final que tuvo el domingo, ante Maipú de Mendoza.
Las cabezas gachas, los rostros desencajados, los ánimos destartalados y los insultos al aire, deben pasar al olvido si es que Alumni pretende salvarse del Descenso a partir del próximo fin de semana, con el inicio de la Fase Reválida, donde no existe lugar para los débiles.
Es cierto y preocupante que los rivales suelen disfrutar bastante con las concesiones que a veces brinda el equipo villamariense en Plaza Ocampo.
La escasez de jerarquía y personalidad para sostener la ventaja de local, cuando se acerca el cierre de los partidos, no es algo nuevo. Se debe a muchos factores, pero sobre todo, a la poca convicción que por momentos tiene el equipo para solidarizarse con la pelota, cuando necesita hacerla circular para un compañero, en lugar de pelotear a cualquier parte para la corrida de vaya a saber qué jugador.
Maipú empató el domingo porque le habían regalado bastante protagonismo y porque Alumni, prácticamente sin delanteros arriba, lo dejó venir.
Una grosera falla de Jonathan Scalzo aportó en la causa, aunque el arquero es joven todavía, recién empieza a lamentarse en serio por este tipo de situaciones y, como el resto, no está exento a equivocarse. Después verá el técnico Víctor Riggio si es mejor que el pibe tenga revancha rápido o vuelva al banco para no engrosar la impaciencia del hincha.
Sin embargo, no siempre Alumni tendrá noches tan nefastas como las del domingo, por la cantidad de bajas importantes que sufrió el equipo en la semana y el mismo día del partido.
Seguramente volverán jugadores que saben manejarse en este tipo de momentos cruciales, por la experiencia que tienen Sergio Zanabria y Renato Riggio, por ejemplo.
No es casualidad que estos futbolistas, puestos en cancha junto al resto de los refuerzos y a un Diego Manicero enchufado, formaron parte del mejor Alumni en el año.
De todas maneras, nada será más importante que la mentalidad grupal que debe tener el equipo para salir a la cancha con la certeza de mantener un nivel de principio a fin, más allá del ritmo de juego.
Debe entender el grupo que no alcanza con jugar bien un ratito y descansar con la pelota en el rival. Para ello primero debe pegar fuerte, como lo hizo ante Estudiantes en Río Cuarto, o contra Talleres en la “Placita”.
Saber administrar la pelota es lo mejor que debe tener este equipo con jugadores de la talla de Luciano De Bruno, Manicero, Herrera, Strada o Aimar, que no están para andar corriendo desde atrás a los contrarios (el roce y la fricción es más un fuerte de Maipú, por ejemplo).
Entonces, el sacrificio de Alumni deberá estar puesto por ese lado porque, en definitiva, cuando a veces no pueda ser tan vertical, es preferible ser inteligente con el monopolio del balón, esperando el tiempo justo, en lugar de andar penando en el fondo, donde una pelota parada o un yerro tras un centro siempre lo terminan complicando.
A pesar de esto, hoy urge la necesidad de levantar el ánimo.
El domingo, la Fase Reválida arranca desde cero para todos, entonces allí, después de haber perdido sólo dos veces en el año, Alumni tendrá que demostrar que puede mirar otros horizontes para dejar de codearse con los peores de la categoría.
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