Escribe: Mariana Eandi (*)
La salud en su concepción de pública, universal y gratuita se encuentra, cada vez más, jaqueada por una serie de factores complejos que atentan contra las bases democráticas de la sociedad argentina. A medida que pasa el tiempo, la situación se aleja cada vez más de aquello que las generaciones más jóvenes escuchamos de nuestros abuelos e incluso nuestros padres.
Cabe destacar, que en el país en el año 1949 la reforma constitucional incorpora a la salud como Derecho de la ciudadanía. Se crea por primera vez la “Secretaría de Salud Pública” a cargo del Prof. Dr. Ramón Carrillo, fiel defensor de la gratuidad y universal acceso a la salud. Carrillo decide realizar un “Plan Nacional de Salud”, ideado y planificado por argentinos y a su vez combate la idea de incorporar un plan de salud británico, ya que, desde su concepción, era totalmente ilógico implementar un sistema que no estaba probado en un tipo de sociedad como la nuestra.
Este pensamiento se contrapone al discurso de gobiernos de facto y conservadores, quienes, pidiendo colaboración a organismos internacionales, decidieron “federalizar” la salud, haciéndola propia de cada provincia, de cada municipio, de cada comuna. Desintegrar el concepto de salud nacional fue el objetivo. Esto promovió un terreno propicio para la irrupción de la empresa privada, insertada y librada al “libre” juego de la oferta y la demanda. Se dio así, el pasaje de un estado de bienestar que proponía Carrillo, a un neoliberalismo salvaje, que vino de la mano de imposiciones antidemocráticas, gobiernos militares que, derrocando a los representantes legítimos del pueblo, enarbolaron los estandartes de la libertad de mercado, produciendo marginalidad, desintegración social y decadencia de lo público.
La realidad de la salud de hoy es el resultado de estos procesos históricos que en materia de Salud Pública se vienen sucediendo desde hace tiempo. Nuestra región no es ajena a esto. El acceso al sistema de salud es aún más complicado en ciudades pequeñas, pueblos y comunas alejadas de las ciudades.
El trabajo desde la planificación conjunta con la gente es la llave para comenzar a trabajar por más acceso a la salud. En nuestro Departamento, por ejemplo, las dificultades para acceder a un sistema público de urgencias y emergencias no son pocas. Faltan ambulancias, el sistema de derivación de pacientes no funciona y los fines de semana debemos cruzar los dedos para que cuando encontremos una cama para internar a un niño accidentado o a un anciano deshidratado, también esté el médico que los asista. Sin embargo nuestra visión no se estaciona en los hospitales o en los centros sanitarios. Para hablar en serio de salud, necesitamos imprescindiblemente hablar del acceso al agua potable, cloacas, vivienda y alimentos saludables; controlar la contaminación ambiental, herbicidas y promover las prácticas saludables. Si de una vez por todas comprendemos este concepto estaremos en condiciones de diseñar un sistema de salud que nos incluya a todos.
(*) Licenciada en Nutrición,
Docente de la Universidad Nacional
de Córdoba. Integra la Corriente
“Ramón Carrillo” del Frente Cívico
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