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26 de Marzo de 2011
La poesía y la plástica
Cultura y militancia, mano a mano
Los artistas cordobeses Guido Guidi, poeta, y Néstor Lallana, pintor, confluyen en relatos necesarios, la muestra interdisciplinaria plástico-poética que se inauguró en la Casona Cultural de Villa Allende
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1- Guido Guidi. 2- Néstor Lallana

Ambos explican su posición militante, sus transgresiones estéticas innovadoras, continuidad de sus pasos por la Córdoba revolucionaria de los ‘70. Así, la exposición es un intento de reconstrucción estética del humanismo basada en la denuncia del no ser, de la herencia neoliberal que aún sobrevive.

Transparencias. Desnudos que remedan lo grotesco de la existencia. La humanidad encorvada esconde su enorme miembro ante el factotum del clero y el ángel. Retratos de gente sin cabeza, el rostro sobre el fusil ametralladora. El plato con un bocado comido. Autorretrato del artista en pose de domador de circo. Los colores de los circos, sus arabescos. Tres rostros en actitud de foto sepia mirando con dureza el mundo. El rostro que mira su cuerpo decapitado, la silla en el cuarto solitario y en la página siguiente del libro de Guido Guidi, poemas necesarios, su título: “Interrogatorio”. Pinturas con rostros y textos mezclados, pancarta.
La obra de Néstor Lallana es una explosión de significados que deflagran en todos los sentidos desde un vértice único, la denuncia, en recomposición, revelación y recreación de una realidad cultural que se halla inmiscuida en cada acto de los argentinos colonizados, devenidos soberbiamente en sus propios colonizadores, toda vez que no terminan de aceptar su identidad y asumen tanto la guerra como el terror implantado por el imperialismo y sostenido por la oligarquía, la Iglesia Católica y sus cómplices, como las personalidades reales, imaginarias o televisivas que nos imponen Europa y Estados Unidos.
Lallana, empleando el color en sus matices más potentes o puro- cuasi circenses, las abstracciones, ensambles, transparencias y fugas, tanto como la línea de tinta del dibujo, deconstruye y construye, con la prepotencia de Roberto Arlt, la realidad y sus desapariciones, las sombras y las formas del terror, el otro lado del rostro argentino que ignora o sobrevive a veces en y a expensas del dolor de su hermano.
De su temática emergen manifestaciones sociales, descabezamientos. La pregunta del hombre frente a sí mismo también ocurre en su obra plástica que finalmente trasciende sus postulados, montada en sus representaciones, encaminada a un argentino nuevo, un americano genuino defensor de América e igual a ella.

s Sin identidad

“A menudo frecuento museos y galerías de arte de Córdoba y Capital Federal -dice Lallana- y observo, a la luz del resultado estético y el mensaje, fundamentalmente, que en una gran mayoría, colegas de mi generación y principalmente los más jóvenes, habitan en un mundo y un país donde está todo resuelto y no hay de qué preocuparse”.
Y agrega: “Por el contrario, yo vivo en un mundo cada vez más convulsionado donde, por ejemplo Israel, el cuarto ejército más poderoso del mundo, invadió y masacró al pueblo Palestino de la Franja de Gaza, cuya población sufre de desnutrición en un 70%, donde Estados Unidos, el imperio más sanguinario de la historia, con la excusa del terrorismo internacional, invade y saquea países pobres de cualquier lugar del planeta”.
“Europa nunca claudicó en su intención colonizadora y, a diferencia del pasado, cuya acción ocurrió a punta de espada y con la Biblia, ahora coloniza a través de empresas telefónicas y de aviación”, prosigue el pintor, para agregar que “a pesar de todo, una enorme franja de artistas plásticos sigue insistiendo en apropiarse no sólo del lenguaje de artistas europeos sino también de su discurso, propagandizan la imagen de quienes nos saquean.
Dice luego que no puede dejar de pensar en “Los fusilamientos, de Goya, denunciando la barbarie del ejército napoleónico o la obra del español Gutiérrez Solanas durante la Guerra Civil española ni el Guernica de Picasso acusando la masacre de los aviones del ejército nazi sobre su patria... A nosotros, los argentinos, la indiferencia nos costó 30 mil ciudadanos desaparecidos”.

-Como artistas de la década del ‘70, ¿qué análisis les merece el arte cordobés, sus creadores, el grado de compromiso social, después de la caída de la dictadura?
Lallana: Son muy pocos los artistas que se han dedicado a reflejar nuestra realidad, yo diría que están insensibilizados, que han sido ganados por la burguesía y se han enganchado. El artista hoy es un mercader con buen gusto. Te cuento una anécdota de un pintor amigo que está en Miami, en una comunicación que mantuvimos le comento: me dijeron que estás exponiendo, ¿cómo te fue? “muy bien, vendí cuatro cuadros”, me respondió.
En la década del ‘70 te iba bien cuando tu exposición despertaba una buena crítica, se trata de toda una señal del grado de penetración del neoliberalismo, la visión del mercado en la conciencia artística. El posmodernismo, si bien en la práctica rompe prejuicios e incorpora elementos que favorecen a la plástica, desde lo ideológico saca identidad. En el cuadro Globalización, de la muestra, el crucificado es el obrero, la globalización de la miseria.
Yo soy socialista y tengo una visión marxista y eso me crea una perspectiva diferente. El socialismo despierta una sensibilidad que el capitalismo en su práctica niega -la que surge del reconocimiento de la injusticia como parte de una realidad que reclama cambios- yo la ejercito, la vivo también en lo artístico, yo vivo como socialista, pienso y actúo como socialista.
Pienso que te podés influenciar, pero no apropiarte del discurso europeo, que es lo que pasa con muchos artistas y forma parte de nuestra historia como país. Un ejemplo visible entre los pintores se refleja en que prácticamente no hay artista plástico que no base su obra en la experiencia de los pintores alemanes, porque en el mundo es el país que más y mejores artistas de este género produce.
Se trata de un problema de identidad, ¡Pinta tu gente! y si vives en El Talar de Mendiolaza -muchos artistas viven ahí- alguna vez se han denunciado sus problemas, pero ninguno en sus obras los refleja.

- ¿Cuál es la situación de los artistas frente a sus problemas para producir?
L: En la práctica el Estado debería hacer una desgravación impositiva sobre la compra de obras porque si no, no hay incentivos.
Guidi: Yo creo que se nota un cambio de rumbo que privilegia, a nivel nacional, el arte popular, hay cambios políticos que se van reflejando también en la producción artística.
Por otra parte, la costumbre en las políticas neoliberales hace que no se recomponga fácilmente la idea de pertenencia al Estado, muchos artistas no se acercan a trabajar con un estímulo ofrecido por el Estado.
En Córdoba el MUCC (Músicos Convocados) propone una frecuencia radial municipal, pero la política cultural no la hacen los artistas, adolecemos de eso y hay que trabajar.
Si tomamos Villa El Libertador como fenómeno social que se identifica y se quiere escindir, todo el mundo sale a decir que no, pero creo que hay que ver el fenómeno de construcción colectiva. Hay conjuntos de artistas, radios, murgas, plásticos, escritores, que son antecedentes de la situación para analizar y están separados de las posibilidades en general.
L: Córdoba es una provincia amurallada, pasa en todo, en teatro, en otros ámbitos y es un problema cultural. La formación universitaria es gravísima. En Villa Allende tenemos un Museo y nos turnamos, incluso los artistas, para atenderlo. Cuando cerraban el año lectivo hubo un acto, todo en él era música extranjera, nada en español, nada originario, nada.
G: La mercantilización del artista en todos los géneros propone un desafío, hago canciones, tengo que adecuar mis textos a un soporte y tengo un código más receptivo. En mi caso, la música para la poesía. Esto me obliga a flexibilizar para que el mensaje tenga receptor.
Autorreceptividad, escribir para los escritores pintar para los pintores. Emular a un autor chino, por ejemplo -poema breve- es una autorreferencialidad que encierra, encripta al arte y no sólo es responsabilidad del imperialismo, sino del hacedor de arte. Ahí hay un gran desafío, en Córdoba especialmente, exacerbando el espíritu crítico.
No ve lo mismo la Universidad Nacional de Córdoba, que en vez de apuntar a la creación de contenido apunta a la autorreferencialidad, al tiempo que la critica y confronta contra el neoliberalismo autoritario.
- ¿El poder, la Universidad, deciden quién es artista y quién no?
G:Este fenómeno que marcó Lallana nos dice que así como somos colonia capitalista, aprendimos de ella y reproducimos. Por ejemplo, el Festival Latinoamericano de Teatro tiene muy poco espacio para los artistas locales incluso para los de Capital Federal, para que sea convocante no tiene que ser local, así reproducimos el colonialismo, el mismo caso es para el Festival de Rock, este año actuaron sólo tres bandas de Córdoba y les pidieron a cada uno 300 pesos como condición para participar. El centralismo visto desde aquí.

- Al hablar de la conciencia del artista, ¿no habría que analizar las consecuencias culturales de la dictadura? Y como contrapartida, ¿cómo inciden el fin de la impunidad, los juicios, así como el fin del neoliberalismo, a partir de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández?
G: En cuanto a la dictadura, creo que hay que mirar dos planos: el aspecto represivo, censurador, mutilador, que impuso el terror y por otro lado la aplastante maquinaria ideológica tendiente a deslegitimar la utopía de liberación. Obviamente, la primera consecuencia fue el silencio, los artistas debieron sobrevivir censurados, pero la otra consecuencia fue un “alineamiento” de muchos “creadores” con el discurso dominante, cediendo en definitiva a un cierto modelo de arte elitista.
Lo que ocurre hoy con los juicios y el final de la impunidad y más en general con la recuperación de mucho del ideario de pertenencia a un modelo latinoamericano, seguramente va a producir una huella muy profunda en la cultura popular. Creo que muchos artistas se están encontrando con el pueblo.
N: Creo que tendríamos que hablar de dictadura cívico militar, en primer lugar y luego de la nefasta experiencia del Gobierno de Menem. En ese caso veríamos que somos pocos los artistas que asumimos un compromiso al respecto.

Jorge A. Torriglia

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