Una nonagenaria que desde hace cinco años está en silla de ruedas empezó a aprender computación y escribe poesías en su notebook.
María Lidia Delgado, que hoy festejará su cumpleaños número 91 en compañía de su familia, nació y vivió en el campo hasta los 67 años, y pese a haber cursado hasta tercer grado de la primaria, ejerció como maestra particular en fincas rurales y realizaba la administración del establecimiento tambero de su esposo Ramón, también de apellido Delgado.
Dueña de un singular espíritu, doña María cursó en Villa María el resto de la escuela primaria, ya en la tercera edad, y se recibió como abanderada a los 80 años.
Su familia fue una de las primeras en poblar la colonia de San Antonio de Yucat, hace dos siglos.
Su vida transcurrió en diversas chacras de la zona, donde además de criar a sus hijos, ayudaba en todas las labores. Hasta el día de hoy, en su casa de Sarmiento esquina Ituzaingó, doña María come con frecuencia salames, huevos fritos y otros alimentos desaconsejados por los médicos.

De las letras
al croché

Con tantos trabajos en su espalda y con una dieta escasamente light, doña María es sin embargo la única viva de ocho hermanas. Tal vez tenga que ver su entereza, la misma que le permite aún enfrentar con energía los desafíos que le presenta su larga existencia.
Hasta hace un tiempo, además de la poesía, doña María cultivaba el hobby del tejido al croché, con el que confeccionó grandes piezas.
Luisa Juárez, una de sus nueras, dejó ante nuestro cronista una semblanza de la anciana: “Cada año me sorprende más. No pierde su espíritu, sus ganas de vivir, el buen humor, su disposición a dar consejos, contar anécdotas y su facilidad para escribir”.
Desde hace unos meses, la veterana madre de los Delgado se enfrenta a un nuevo desafío: dominar la computadora.
Hoy al mediodía, su familia compuesta por cuatro hijos, ocho nietos y ocho bisnietos, entre otros, la homenajeará con un almuerzo en un comedor local.

Uno de sus poemas:“ A mis hijos”

Producto de su nueva habilidad, es el siguiente poema, que tituló “A mis hijos”:

Dios me ha premiado en la vida
con cuatro flores hermosas,
los varones son dos claveles
y las mujeres dos rosas.
Yo soy el tronco, ellos las ramas
que sostienen el follaje
y a la vez tienen sus hijos
espejo donde mirarse.
Su padre les ha dejado
ejemplo de haber confiado
en Dios y la Providencia
porque no existe más ciencia
que ser humilde y honrado.
Que nunca olviden
lo que aprendieron,
el ejemplo que tuvieron
y que de mucho sirvió,
que confíen siempre en Dios,
contentos y agradecidos.
Todo el que quiera llegar
con su barco hasta buen puerto
tiene que observar siempre
de Dios los diez mandamientos.
Muchas cosas me han pasado
a lo largo de mi existencia,
pero tengo la conciencia
tranquila y bien ordenada.
También yo le doy las gracias
por ser larga mi existencia,
también le pido paciencia
y me enseñe a perdonar.
Y que me sepa callar
para evitar males mayores.
Porque hay junto a las flores
muchas espinas también.