Escribe: Beto Lorenzati (*)
“El futuro más probable es que dentro de treinta o cuarenta años habrá emergido otro sistema. Puede ser un modelo de sociedad más violento que el capitalismo. O un mundo donde el reparto de las riquezas materiales e inmateriales sería el motor de una economía social y solidaria”. La cita precedente es de Armand Mattelart, ahora cabe preguntarnos: ¿cuál será ese futuro? ¿mayor inequidad o justicia distributiva?
Lo ocurrido en estos últimos años, evidencia un rumbo poco feliz. La crisis europea puso en jaque al sistema financiero, que debió recurrir a la ayuda gubernamental para sostener las bancas, las mismas que después exigieron eliminar los déficits que provocaron con ajustes que hoy debe soportar la población.
¿Cómo se vincula la situación europea con la nuestra? ¿cuál es el nexo entre la concentración mediática y la distribución de la riqueza? ¿cuál es el papel que están jugando los multimedios locales?
Los relatos referidos a la crisis europea son contados y cortados para así ocultar que parte de sus causas se encuentra en medidas similares a las que proponen los sectores concentrados de nuestro país. Al respecto, vemos a diario como los representantes de la Sociedad Rural, Asociación Empresaria Argentina y sectores de la Unión Industrial Argentina, ocupan espacios multimediales con recetas edulcoradas a la medida de sus intereses. Esas voces encuentran eco en ciertos aliados estratégicos: grupos de consultoras, analistas económicos, constitucionalistas y demás profesionales, muchas veces vinculados a los primeros. A los anteriores se suman políticos amanuenses, ciertas facciones sindicales e incluso algunos miembros de la cúpula eclesiástica.
Los actores anteriores tienen un discurso que parece unificarlos: sus diagnósticos se limitan a adjudicar todo mal al Gobierno nacional, como si ellos no tuvieran ningún poder y no fueran causantes de parte de nuestros dolores. A la vez, omiten logros de gestión aduciendo que lo bueno se debe sólo a factores externos, a los que dieron en llamar “vientos de cola”. Todo lo anterior consentido y respaldado por periodistas multimediales -autodenominados independientes, que en la práctica parecen partenaires de sus invitados.
Al mismo tiempo, las voces que no coinciden con su “línea corporativa”, son sistemáticamente minimizadas, muchas de ellas son las que proponen una economía más equitativa y solidaria, como los representantes de las cooperativas, los campesinos, los pequeños productores y las asociaciones de las pequeñas y medianas empresas. También suelen omitir las opiniones de trabajadores, intelectuales, miembros del clero comprometidos con causas populares y demás actores sociales de diversas organizaciones del tercer sector.
Entretanto, gran parte de la grilla multimedial está dada por contenidos autoreferenciales que promueven, entre chisme y chisme, la mediocridad, la vulgaridad y la ostentación. Stéphane Hessel afirma: “Sólo proponen a los ciudadanos el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos”. Sólo basta con repasar la programación de esos medios para corroborar la cita anterior y ver cómo se espeja en ciertos sectores de nuestra sociedad.
La conjunción de los puntos precedentes –falacias difundidas, verdades silenciadas y telebasura- configuran ansiosos consumidores en lugar de solidarios ciudadanos y esto puede llevarnos a una competencia atroz que desemboque en una mayor concentración de la riqueza. En este escenario, y retornando a nuestro inicio: ¿es posible revertir ese rumbo y construir más equidad?
Quizás una de las llaves sea la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que dé espacios a todos y proponga otros contenidos y opiniones. Los sectores dominantes se resisten a ello, no quieren perder el privilegio cuasi monopólico de hacer de la comunicación un negocio millonario y de ser, a la vez, los únicos constructores de opinión. En realidad, está en disputa la configuración de los sentidos, es una puja cultural, por eso se valen de todo tipo de artilugios para impedir la implementación de esta Ley.
Mientras tanto, está en muchos de nosotros aceptar el desafío de contraponer pacíficamente el mensaje único que proviene de los sectores concentrados. Tal vez una alternativa sea la de difundir otros relatos de persona a persona y por medios democráticos. Esas voces colmadas de argumentos, paciencia y respeto son las herramientas, que legitimadas con trabajo diario, generaran un efecto multiplicador, propicio para lograr una Argentina más justa y solidaria.
(*) Licenciado en
Administración y profesor.
www.betolorenzati.com.ar
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