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Kuzniecka se valió de imágenes en pantalla y citas de alta cultura para hablar sobre palabras “incorrectas” de nuestra habla |
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“Las malas palabras están esperando tener el legítimo lugar que merecen en el lenguaje público y cotidiano”.
Así finalizó el singular unipersonal a cargo del actor Daniel Kuzniecka, basado en el libro del psicoanalista rosarino Ariel Arango, montado el sábado pasado en el Teatro Verdi.
En una función organizada “a último momento”, como mencionara el propio intérprete, de paso en plena gira cordobesa (el viernes se presentó en Carlos Paz y el domingo hizo lo propio en San Francisco), Kuzniecka alumbró una puesta desprejuiciada, humorística y didáctica sobre los vocablos “tabú” de nuestro habla.
Apoyado en imágenes rotativas en una pantalla gigante -pictóricas y escultóricas englobadas en el seudo programa “National Pornographic”, realizó un recorrido histórico, mitológico, estético, psicológico y etimológico de las palabras sancionadas comúnmente como obscenas, por el canon lingüístico. Apuntando además sobre los severos castigos que en la historia y en diversas culturas provocaban en quienes las pronunciaban.
Subdivididas en capítulos, los términos en cuestión referían a partes del cuerpo, a secreciones o a conductas ligadas a los órganos genitales. De allí, se sobreentiende que aluden en esencia a nuestra relación tan compleja y contaminada de entuertos psico-emocionales que mantenemos -los humanos en general- con lo sexual.
Literatura y doble sentido
Luego de un decantamiento pormenorizado de cada vocablo, con citas textuales de pasajes literarios y filosóficos (desde el gran Homero hasta el Marqués de Sade, pasando por Voltaire) mechadas con cientos de latiguillos de doble sentido tan afectados a la “porteñidad”, Kuzniecka aportó una verdad freudiana: toda manifestación sexual es una forma velada de restitución al origen maternal. Desde los hombres obsesionados con los senos maternos hasta las mujeres, en orden de sustitución, con los penes y su “savia”. Obviamente, aclaró, en las relaciones homosexuales los términos se intercambian. Hasta la conformación de una vivienda aludiría, subliminalmente, al vientre materno. “El himen sería la cortinita de la puerta”, acotó en sorna. Por supuesto, la prohibición del incesto obligó a un reordenamiento de las relaciones y a las primeras desviaciones en el lenguaje.
La puesta, que también contó con un simulacro de vídeo-conferencia con el propio Arango y un living munido de vinos y puros para el actor, sufrió la desventaja vivencial del poco público (en su gran mayoría, con entradas regaladas). Tal vez por ello, al tener poca respuesta en carcajadas, el actor -conocido por su participación en “Cenizas del paraíso” y en la novela “Herederos...”-, se vio sobreexigido, más nervioso de lo habitual y en algunos pasajes no llegó a explotar los remates lo suficiente. Aspectos que ralentizaron, más allá de su oficio, la dinámica de la pieza.
Más allá de tales observaciones, la obra resultó una placentera liberación. Tanto como acabar... con esta nota.
Juan Ramón Seia
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