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Carlos Martínez (a la izquierda) y su tocayo Carlos Cantón, durante el juicio realizado en noviembre del año pasado en la Cámara del Crimen local |
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Con lágrimas en los ojos y convencida de que su hijo fue víctima de un procesamiento plagado de arbitrariedades, una vecina de barrio Felipe Botta contó el dolor de madre que la embarga desde marzo del año pasado.
María Beatriz Cabrera es una de las muchas personas que concurrieron al Centro de Periodistas “Lucio Capdevila” los dos últimos jueves para sumarse a la convocatoria hecha por el pastor evangélico Ricardo Rivarola en contra de los casos de abuso policial que se están produciendo en los últimos tiempos en Villa María, Villa Nueva y la región.
En la primera reunión, Cabrera relató la historia que la tiene a maltraer desde hace casi 19 meses y en la segunda acercó una carta para hacerla pública, porque afirma que su hijo fue implicado en un asalto que no cometió. Y sostiene su verdad con algunos datos.
A continuación se transcribe el manuscrito confeccionado por María, quien no sólo pide ayuda a los integrantes de la recientemente creada comisión de Vecinos Autoconvocados Contra los Abusos Policiales (VACAP), sino también a la opinión pública en general:
“Me dirijo a ustedes para contarles el mal momento que estoy pasando hace ya un año y siete meses, con el fin de encontrar una solución... y que se haga justicia.
El día 20 de marzo de 2007 se presentó la Policía en mi domicilio con una orden de allanamiento, armas en mano, buscando a un tal Carlos Sánchez.
Mi hijo se llama Carlos Martínez, aunque en ese momento no tenía el documento porque lo había extraviado. Pero a los uniformados no les importó y se lo llevaron igual, culpándolo de “robo calificado”.
El allanamiento dio negativo. No encontraron ninguna prueba.
Le puse un abogado particular, pero no logré sacarlo y lo pasaron a la cárcel.
A los cuatro meses detuvieron a Carlos Cantón como el supuesto compañero de hecho de mi hijo, pero ellos no se conocían. Se vieron por primera vez en la cárcel.
A los ocho meses empezó el juicio, que duró cuatro audiencias y en el que declararon los tres damnificados:
- El primero declaró con un “me parece”.
- El segundo no los reconoció.
- El tercero dijo que fue obligado a dar nombres, ya que fue agredido a cachetadas y patadas, e incluso amenazado de muerte por los uniformados, quienes lo pasearon en el móvil policial por distintas calles de la ciudad y después lo tuvieron detenido un día y medio.
El defensor, doctor (Juan) Rusconi hizo el alegato basándose en la verdad, pero fue en vano porque el fiscal (Francisco) Márquez estaba ciego de lo que pasaba en la sala y hacía oídos sordos. Y el juez (René) Gandarillas parecía distraído, a tal punto que por momentos -mientras el defensor alegaba- hablaba con su secretaria y hasta desayunaba como si estuviese en un café.
En fin... mi hijo fue condenado a ocho años de prisión. Yo, con una mano en el corazón, puedo dar fe que es inocente.
Después de unos meses de terminado el juicio, de casualidad me crucé en la calle al damnificado Carlos Cuello y me comentó que la Policía le señaló a mi hijo, diciéndole “ése es el que te robó... es ése”. Le insistieron varias veces hasta convencerlo, porque Cuello nunca estuvo seguro. Es por eso que está dispuesto a decir la verdad.
Necesito de la ayuda de ustedes para aclarar los puntos negros que rodearon ese proceso y esa condena.
Quiero que se haga justicia para que los malos funcionarios queden al descubierto.
Desde ya, muchas gracias.”
María Beatriz Cabrera
DNI 13726733
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