“(…) a los ojos de la Ley, la detención es privación de la libertad. Este proceso se mezcla con la ceremonia del dolor. Es el paso de un arte de castigar a otro, no menos sabio que él. La prisión, en su realidad y sus efectos visibles, ha sido denunciada como el gran fracaso de la justicia penal. Las prisiones no disminuyen la tasa de criminalidad, por el contrario aumenta. La prisión fabrica delincuentes, por el tipo de existencia que hace llevar a los detenidos, su funcionamiento se desarrolla sobre el abuso de poder (…).”
M. Foucault
Vigilar y Castigar
Leyendo en EL DIARIO del 11 de octubre los dichos de la titular del Tribunal de Conducta de la Policía de Córdoba que dice que recibió “llamadas de apoyo” a la fuerza, surge en mi mente Foucault, quien realiza un estudio muy profundo de cómo el hombre es injustamente castigado y provoca en ese permanente hostigamiento su carácter indomable.
Aclaro que como en toda institución también existen personas honestas, responsables; la crítica es para quien corresponda.
He sido víctima junto con mis alumnos de abusos de la autoridad policial y hay una denuncia al respecto asentada en la sede local de la Policía, y varias veces me he acercado por problemas con mis estudiantes, inclusive me reconocen por el número de las escuelas donde doy clases.
Nos vemos expuestos en la calle a cumplir con la interpretación de una ley de la época del autodenominado proceso, que hacen algunos “uniformados”, quienes exigen el documento solamente porque alguien camina y lo ven sospechoso por portación de cara o de ropa o de gorra o de los que a algunos de ellos creen que deben ejercer, provocando con su soberbia de autoridad el rechazo de aquel que es interrogado públicamente como un delincuente, sólo por estar en algún sitio por donde les toca patrullar.
De esta manera, lo que vemos no es alguien que intenta preservar la tranquilidad de los ciudadanos, sino el verdugo ataviado como agente del orden.
Los comerciantes apoyan el accionar de la Policía, pero no analizan el problema de raíz. “La inseguridad” es de los ‘90, con las consecuencias del perverso neoliberalismo. Es una bandera que enarbola la derecha en reclamo de mano dura. No han pensado que la Villa alberga mucho egoísmo sobre las clases desposeídas; felices muchos por el accionar de un intendente que se dedica ha embellecer el “patio” de los bien aprendidos…
La seguridad en materia de prevención es sacar de la calle a los jóvenes que no trabajan ni estudian, castigarlos, meterles miedo, domarlos… No se han planteado que la inseguridad es la falta de vivienda, trabajo, educación, el no poder acceder a la salud a través de una obra social…
Pero la gente, incluyendo al Gobierno, prefiere debatir entre construir cárceles o escuelas. Actualmente, con un gran dolor debo decir que las escuelas públicas no muestran un mundo mejor, sino más del abandono que muchos jóvenes sufren…
Vecinos, no nos equivoquemos, demos a la Policía el lugar de protección ciudadana y no de instrumento de control social; lo primero asegura el respeto a los Derechos Humanos, en cambio, con la segunda opción se violan los derechos básicos.
Mónica Sonzini,
Docente.
DNI 13726345
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