MALVINAS
La escuela era un termo, nada se sabía y a nadie se le permitía entrar en el termo, molestar el micromundo disciplinar. Un cuartel blanco donde lo más parecido a la libertad era esa Bandera en el patio, sola, alta, flameando con una elegancia de cóndor. La maestra solía decir que era disperso, que vivía en las nubes, pero yo estaba allí en esa Bandera flameando con el viento en la cara, alto, fuerte como un cóndor. Lo único mejor que la Bandera era el corto tramo de las piernas de la maestra de religión, que el guardapolvo dejaba ver donde terminaba. Era un niño cuando llegó la noticia a la escuela, vivíamos con mi madre muertos de hambre en Oliva. La Escuela Sarmiento nos daba de comer. De pronto el intendente de facto llamaba a la plaza del pueblo a rendir homenaje. Mirábamos a la maestra preparar la Bandera con su abanderado y sus escoltas. Otras maestras comentaban en el patio lo sucedido, la portera organizaba el ejército para terminar de limpiar el comedor. Caminamos en silencio sintiendo crujir los cascotitos del camino hasta la plaza, siempre, como siempre sin saber qué ni por qué. En el medio del gentío agrupado el intendente declaraba que un hijo de la ciudad había caído en Malvinas. Cantamos la marcha de las islas, hicimos un minuto de silencio. Escuchamos al intendente decir que estábamos ganando y que la sangre de nuestros hijos nos devolvería la soberanía. Todos aplaudieron. Volvimos por el mismo camino oyendo bajo las pisadas crujir los cascotitos volverse polvo rojo bajo el zapato. Entramos a la escuela, las maestras dejaron sin los honores a los abanderados y guardaron la Bandera presa en un cofre de vidrio, la Bandera de la muerte. La otra me esperaba en la ventana del aula donde seguí disperso hasta que terminó la primaria, mirándola flamear alta y fuerte como un cóndor. Después ya un hombre volvería a quedar mudo suspendido cuando en una hasta de tacuara la vi flamear en la marcha de los ex combatientes alta y fuerte como un cóndor peleando contra un país que le había dado la espalda. Y entonces la caminata hasta la plaza tuvo sentido y entendí la palabra caído y la palabra soberanía y todo lo que esa mañana había guardado, la bandera muerta en el cofre de vidrio y todo lo que la Bandera alta y fuerte como un cóndor me siguió y me sigue diciendo.
Marcelo Dughetti
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PREOCUPADA
Yo quisiera saber por qué los políticos o el Gobierno no paran la delincuencia juvenil, la droga y los que matan. Por qué no hacen un alto y dicen y hacen algo por la muerte de gente inocente. Hay tanto egoísmo que pensamos en ganar las elecciones y no hacen nada. Matan y roban y no les interesa si son ancianos. Yo me pregunto como ciudadana qué les pasa. No tenemos tiempo en pensar en el pueblo. El egoísmo no nos deja ver. Me parece que algo les falta por hacer a los políticos y no crean que soy antipolítica. Me gusta la política limpia y no los hombres que la manchan con sus inseguridades de poner orden y seguridad.
Liliana Fuentes
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CONTRA BOLICHES
Los boliches, como los que están ubicados en Naciones Unidas al 100, fueron instalados y nunca firmé la conformidad como lo hicieron algunos vecinos. Sólo tres no firmamos y mis horas de descanso no las recupero más. ¿Qué hacemos? Tendremos que gastar dinero en abogados o llegar a Córdoba a denunciar. Los decibeles no se escuchan en la casa de los concejales y las alarmas de los autos tampoco. Y los gritos de los borrachos tampoco. Señores responsables, deben hacerse cargo de lo que les corresponde. Le pagamos con los impuestos todos los vecinos. Tendremos que esperar las próximas elecciones para que actúen.
Raúl Humberto Forgione
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