Por aquellos días (corría el año 800 en los calendarios del mundo) el fabuloso tesoro de la lengua griega se hallaba en francas vías de extinción en Europa Occidental. Esto quiere decir que casi no se conservaban textos de la Grecia Clásica en los monasterios de Italia, Francia o España. Mucho menos traductores que pudieran comprenderlos en su tremenda complejidad y riqueza. La desaparición de estas “fuentes primordiales” traía aparejado un grave problema: ¿cómo leer a Homero y a los filósofos? y sobre todo ¿cómo leer a Jesús? ya que, como se sabe, los Cuatro Evangelios fueron escritos en la lengua de Platón y Aristóteles.
Sin embargo y contra todos los pronósticos, por aquellos días aún quedaban en Irlanda unos cincuenta monasterios que conservaban valiosos escritos griegos y, por cierto, algunos especialistas para interpretarlos y traducirlos. Uno de ellos, además, era escritor y pensador. Se llamaba Juan Escoto Eriúgena y nunca hubiera sospechado que 1.300 años después, sería traducido por un grupo de estudiosos en una ciudad de un continente desconocido hasta entonces.
Hace cinco años que el Centro Filológico funciona en el Campus villamariense. Creado por el decano de Ciencias Humanas, la incorporación del doctor Alfredo Fraschini en la dirección ha sido otro de los grandes aciertos en la gestión de Daniel Lasa.
Pero hete aquí que estamos con don Alfredo, latinista y músico, helenista y tanguero, que puede disertar con la misma erudición sobre la Ilíada, un poema de Horacio o una milonga de Celedonio Flores. Y Alfredo explica el interés por la obra del teólogo.
“La obra de Escoto presenta una característica que atrae a los filólogos: el manejo de la lengua griega, que en su tiempo se había perdido casi totalmente en el oeste europeo. comenta Fraschini. “Además, Escoto cita la llamada la traducción griega del Antiguo Testamento hecha en el Siglo III a.C, la versión griega original del Nuevo Testamento y las obras de varios Padres griegos de la Iglesia, haciendo observaciones gramaticales y etimológicas sobre determinados vocablos específicos de la filosofía y la teología”.
¿Y cuál es el trabajo que está realizando su equipo en el Campus?
- “Nosotros trabajamos desde la Filología, esto es, desde el estudio de la lengua. Y en este caso, con la vinculación semántica entre el griego y el latín en un texto compuesto cuando estas dos lenguas habían dejado de ser coloquiales y sólo se escribían.”
¿Cómo será la traducción?
- “Haremos una edición bilingüe comentada de De divisione naturae (Acerca de la división de la Naturaleza) de Eriúgena. La obra consta de cinco libros que agruparemos en tres tomos, el primero de los cuales irá a imprenta al final de este año. Cada tomo contendrá un estudio preliminar; el texto bilingüe (latín-español) en páginas enfrentadas; y un glosario trilingüe (griego-latín-español) de los términos que aparecen en el texto, ya que Escoto cita muy a menudo las Sagradas Escrituras.”
¿Existen traducciones al español de “La división de la Naturaleza”?
- “Salvo la última, que apareció hace poco, todas son incompletas y dificultan su comprensión al lector moderno. Nosotros no queremos ‘vulgarizar’ la redacción, pero sí ponerla al alcance de los argentinos.”
Eriúgena fue condenado por la Iglesia como “hereje” a raíz del libro que ustedes están traduciendo
- “La Iglesia de entonces encontraba signos de herejía por todos lados y Escoto no se salvó. El Papa Honorio III, a principos del Siglo XIII, condenó el De divisione naturae por ‘sembrar cizaña entre los hombres buenos’, y durante tres siglos la obra ni siquiera fue mencionada por teólogos o escritores en general. La clave de la condena estriba, creo yo, en la racionalidad ‘helénica’ de Escoto, que explica con una suerte de imagen matemática la división de la naturaleza humana y su restitución. Pero el pensamiento de Escoto es racional sin perder jamás de vista lo trascendente.”
Iván Wielikosielek
Especial para EL DIARIO
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