“Me ha dejado el sentimiento de nacionalismo, patriotismo, por haberlo hecho... por haber cruzado los Andes, revivir esa gesta que tanto se halaga.”
Matías Stehli (26), terminaba así la entrevista con EL DIARIO en la que revivió aquellos ocho días de febrero en los que cruzó a caballo los Andes, en una recreación de la gesta del Libertador General San Martín.
Lo hizo a través de la Confederación Argentina de Medianas Empresas (CAME), quien lo organizó con una empresa de turismo. El contingente partió desde Villa María hacia la capital de San Juan y en colectivo se trasladó hasta Barreal, el pueblo más cercano a la cordillera. De ahí, se transportó en camionetas 4 x 4 hasta la Estancia Manantiales y desde ese punto comenzó la expedición en caballos y mulas.
Ocho días duró la fascinante experiencia (cuatro hasta el cruce) y fueron ciudadanos comunes acompañados por un contingente oficial (con el gobernador sanjuanino a la cabeza) y Gendarmería Nacional. Se recorrieron, entre la ida y el regreso, setenta kilómetros.
Matías contó a este matutino que durante los primeros dos días padecieron situaciones climáticas muy adversas, con nieve y viento.
“Gendarmería nos había dado una charla. Uno no tiene experiencia previa en andar a caballo y confía ciento por ciento en el animal”, explicó. “Sos vos y tu caballo, nada más”, ilustró. “Al lado del precipicio nos tocaron las peores condiciones climáticas y en vez de ir de frente, el animal iba de costado”, precisó.
El grupo estuvo compuesto por 36 personas, ocho baqueanos y caballos, mulas y mulas de repuesto. Sólo Matías, de esta ciudad, y dos chicos de Oncativo, fueron los cordobeses que participaron.
Noches bajo un
cielo estrellado
Stehli se entusiasma al contar pormenores de la expedición. “Me llegó la propuesta y me gustó. Siempre me sentí atraído por las montañas, he estado en el norte, en Bariloche y me encanta”, expresó.
Dijo que en este fascinante viaje a caballo por el camino en que circuló y marcó historia el Libertador, no puede olvidar, por ejemplo, el cabalgar a la par del Aconcagua, “cuando se despejó y teníamos una vista privilegiada”.
Entre seis y ocho horas diarias las pasaron arriba de los animales, el resto del tiempo era para comer y armar las carpas para descansar. Dormir bajo las estrellas era un atractivo imperdible y sucedió en dos ocasiones.
En el contingente había personas desde los 22 años a los 65. La mayoría, hombres, sólo participaron cinco mujeres.
Casi el 90% no tenía experiencia en andar sobre animales, en los cuales “depositábamos toda nuestra confianza”.
Entre los obstáculos, apuntó que él tuvo exceso de vértigo pero no más que eso y que a Gendarmería “se les cayeron algunas mulas”, quebrándose algunos chicos.
La fecha de largada fue el 8 de febrero. “El 12 era el aniversario de la batalla que se dio en Chile. Desde ese país también se hacía la expedición y nos encontramos todos en el límite. Hubo un acto emotivo”, recordó.
El sentido histórico de esta gesta lo llevó a juntar los 1.250 dólares para sentirla en carne propia, pero más allá de ese aspecto amó el contacto con la naturaleza.
Agua, pasto y leña eran las tres piezas infaltables en cada lugar en que se pretendía acampar.
Llegaron a estar a una altura máxima de 4.500 metros y subrayó que entre aquellos momentos que atesora está el de haber estado muy cerca de diferentes especies.
“Al sentirse protegidos en su espacio, uno ve a guanacos que se acercan a quince metros de uno. Eso pasa también con zorros, liebres y cóndores”, manifestó.
Stehli también reparó en la gran comunión que existió en el grupo, sobre todo en momentos en que se empezó a extrañar a las parejas, hijos, las familias y sus respectivas ciudades, de diferentes provincias.
“Allá no había Facebook ni mail ni nada”, advirtió con una sonrisa.
Todos los días se levantaban entre las 6 y media y las 7 de la mañana y luego de un abundante desayuno (café con leche, chocolate, pan con queso, mermelada, etcétera) comenzaban a desandar el camino.
Previamente, debieron someterse a rigurosos estudios médicos porque “uno se cansa mucho a pesar de estar todo el día cabalgando”.
Los hidratos de carbono eran la clave de la dieta. “Mucho chocolate, cereales”, indicó. Había que evitar la deshidratación con mucho líquido, ya que transpiraban bastante. Y usar protectores solares de alto grado. Una chica sufrió una quemadura de primer grado. La tierra, el viento, la nieve, todo castiga en esas alturas.
El agua congelada dificultaba el aseo personal y “el silencio aturdía”, graficó.
“Uno se siente una hormiga en esos lugares”, describió.
Amor por los animales, hielos eternos, silencios estremecedores, estrellas cercanas y el sentimiento de haber honrado a los héroes que lucharon por la libertad de América son algunos de los legados que quedan en evidencia en la charla con el joven.
Con la travesía, el villamariense recreó uno de los hechos más relevantes de nuestra historia, protagonizado por el pueblo argentino y realizado por el Ejército Libertador en 1817.
Diego Bengoa
Epígrafes: 1) En su charla con EL DIARIO, Matías dejó en evidencia su afinidad con los caballos, compañeros inseparables y fundamentales del grupo que recreó el momento histórico
2) Su fascinación por las montañas y el interés por el sentido histórico de este cruce, lo llevaron a este ingeniero mecánico a realizar el cruce, en febrero pasado
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