Mayo 18 de 1930. Gran fiesta en la intersección de calles Mendoza y Bolivia (hoy Antonio Sobral). Personalidades de elevada alcurnia llegadas de todo el país, pero fundamentalmente de Córdoba capital, se fusionan con la alta sociedad local para celebrar la inauguración de la nueva estrella. Es el Palace, uno de los hoteles más lujosos de la época. Lo reclamaban las clases prósperas, que necesitaban un descanso digno de su apellido en los viajes entre las tres grandes ciudades de Argentina: Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Y qué mejor lugar que la flamante Villa María, centro del país. Sonrisas, trajes a medida y tapados de piel. Música a tono, buenos modales y el champán que corre como reguero de pólvora. Salud.
Aquel ambiente sobrevivió durante largas décadas en el edificio lindero a plaza Independencia. Perteneciente a la rama del turismo premium, el emprendimiento se convirtió en sinónimo de distinción a nivel nacional. Pero con el paso de los años, el prestigio se erosionó. En 1987 fue adquirido por la Municipalidad, durante la gestión del intendente Miguel Angel Veglia. El cambio de paisaje fue total. Nuevo nombre, Palacio Municipal, y nueva fisonomía. De la pompa y la ostentación al movimiento constante de oficina y colas de gente haciendo trámites. El mismo semblante que ha mantenido desde entonces, convirtiéndose en punto neurálgico de la vida ciudadana.
@ Años dorados
Los cimientos se colocaron en 1928. Iniciativa de Santiago Balerdi, su construcción estuvo a cargo de la empresa Ambrosio Bruno Hermanos, de Córdoba. En la amplitud de sus cuatro pisos, el Palace Hotel contaba con 120 habitaciones, 92 baños, cocina, bar, comedor, confitería, salón de fiestas, garaje y lavadero de ropa. Más tarde se añadirían otras 30 habitaciones y los pertrechos tecnológicos que eran una revolución para la época: radios, teléfonos y juegos de luces.
Semejante repertorio hizo mella en los sectores acomodados de todo el país, cuyos integrantes venían especialmente a la ciudad para conocer esa magnífica obra. También llamó la atención de grandes protagonistas del Siglo XX. En el cuaderno de pasajeros, relucen los nombres de sus ilustres huéspedes: Carlos Gardel, Juan Domingo Perón y Tita Merello son sólo alguno de ellos.
Pero a pesar de que pocos fueron los que pudieron disfrutarlo por dentro, hoy somos muchos los que seguimos disfrutándolo por fuera. Todo el conjunto es pura belleza arquitectónica. Los detalles de la estructura, balcones, ventanales y balaustres generan la atracción de la mirada, en seducción constante. De estilo plateresco español (corriente artística que en la rama arquitectónica se caracteriza por lo exuberante de los decorados, especialmente en fachadas), sobresale entre sus instalaciones el llamado Salón Blanco. El mismo se complementa con un gran balcón central, referente ineludible a la hora de enfocar el vistazo.
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