Escribe: JUAN MANUEL GORNO

Plaza Ocampo era un hervidero, tenía en el ambiente una espesa bruma de frustraciones, albergaba nervios, parecía ofrecer otro capítulo del “no se puede”, tantas veces escrito en este torneo Argentino A. Pero había que llevar la pelota al área rival como sea. Allí suele estar el “señor gol” al acecho, presto a cambiar la historia. Entonces, en el minuto 47, todos entendieron que era precisamente Carlos Herrera quien debía hacerse cargo del momento.
El pelotazo largo de Sergio Zanabria fue guapeado por Román Strada, quien llegó hasta la línea de fondo y tocó atrás. “Falucho” hizo el resto...

Necesario

Con zurda, al otro palo, Herrera desató en el final una euforia muy esperada por todo Alumni, que volvió a ganar, esta vez 2 a 1 y se sacó de encima un maleficio pesado en la “Placita”, donde llevaba dos derrotas consecutivas y arrastraba una gran deuda ante sus hinchas.
Por ese motivo, los tres puntos cotizaban alto y pagaban además el peaje para ingresar al sendero más tranquilo de la Fase Reválida, ya que Alumni se había estancado donde los caminos se bifurcan y estaba obligado a desviar aquel que lo mandaba al túnel de la Promoción o el Descenso.
En consecuencia, cuando los partidos son decisivos, la victoria se disfruta más todavía. Imagine en el caso de Alumni, que comenzó perdiendo y lo ganó prácticamente con el último aliento.
Lo importante es que volcó en la cancha toda su actitud ante un rival que también vino a buscar mucho, ya que Juventud de San Luis estaba necesitado y trató de mantener una concentración de principio a fin.
Con un equipo corto y en búsqueda de una presión sobre la salida rival, la formación puntana complicó a veces al elenco conducido por Víctor Riggio y provocó que, en la primera etapa, el encuentro se tornara de ida y vuelta.
La propuesta del “Juve” era repetirse por derecha, con el volante Fernando Morán puesto a ganarle las espaldas a Román Strada para enviar centros al área.
Mientras, el propio Strada -por izquierda- y Renato Riggio -por el otro sector- insistían con el juego vertical de Alumni, que no llegaba a coronarse porque Leonardo Abálsamo anduvo peleado con el gol.
Así, entre tantas situaciones que generó el local, buscando por todo el frente de ataque, la más clara se dilapidó precisamente porque el ex Maipú no le pegó bien a la pelota luego de dominarla en el área chica, tras centro de Juan Aimar.
Hubo además un cabezazo desviado de Herrera y otro de De Bruno que cayó en las manos del arquero Valentín Brasca, como lo más destacado del primer tiempo en el ataque fortinero. Pero Juventud también pudo contabilizar lo suyo, sobre todo un disparo desde afuera del área que fabricó Carlos Lucero y que reventó el travesaño.

Remontada

Lo mejor quedó para el complemento, etapa en la que Juventud quiso arrebatar al equipo villamariense con dos avances peligrosos. El primero, a los 5’, derivó en el gol: centro rasante y guapeada de Walter Ledesma en el área chica, donde eludió a Scalzo y definió tranquilo.
La segunda acción de riesgo para el visitante llegó a los 17’, con un remate de Lucero que alcanzó a desviar el arquero y, en el rebote, Marcos Godoy la mandó por encima del travesaño.
Pasado el susto, Alumni se acomodó en el terreno con la actitud que pidió el hincha, empujado por los cambios del “Tano” Riggio y la personalidad del “Tanito”.
Juventud se abroqueló, intentó cerrar grietas, pero Abálsamo las pidió siempre de espaldas al arco y, entre tantos pelotazos a su humanidad, hubo un claro penal que le cometió Emanuel Céliz. Entonces Herrera, desde los doce pasos y con un remate violento, colocó el empate de ilusión, a los 26’.
De ahí en más, el visitante se vio desbordado. Alumni lo arrinconó con factor “h” y mucho despliegue (a punto tal que salieron acalambrados Molina y Aimar), siempre tratando de abrir la cancha, aunque sea con pases largos de Zanabria o De Bruno.
Por esa vía fue que Strada generó la definición de “Falucho”, que hizo lo correcto en el área y desató la explosión final, antes de ocasionar otra opción en la que Brasca terminó sacando al córner.
Luego, el pitazo final abrió la puerta de la felicidad.
En las tribunas celebraban los hinchas, desaforados, con el desahogo soñado. Y era lógico.
Después de todo, si tenés al goleador del campeonato, es muy difícil que los maleficios sean eternos.

La figura

Carlos Herrera volvió a ser decisivo. La embocó de penal en el empate y convirtió el tanto de la victoria. También se destacaron Riggio y Aimar por el despliegue y el juego que armaron por derecha. En Juventud, muy bien Morán.