Salud Mental, área sin solución

Días atrás se realizó en nuestra ciudad un Congreso de Salud Mental, que si tomamos las cifras de concurrentes y la trayectoria de algunos de los exponentes, debemos decir que se trató de un éxito. Eso reflejaría una lectura plana de lo sucedido. No obstante, Villa María, luego del encuentro, siguió teniendo exactamente la misma problemática en dicha vertiente, y lo que es más preocupante, ninguna definición política que nos aliente una esperanza de que los verdaderos problemas de fondo en la materia, serán atacados por el Gobierno de turno.
Esto responde a que estamos frente a una concepción del Estado municipal, que ya lleva 12 años de gestión, y que ha priorizado lo urgente por sobre lo importante. Esto sin dejar de reconocer que lo urgente, en salud, nunca puede “dejarse para mañana”; pero a su vez sustentado en la convicción que lo “importante” es lo que acota lo urgente a través del tiempo. Simplemente eso es lo que se define como “política de Estado”.
Industria del emparchado
En nuestra ciudad hemos visto cómo distintos proyectos se fueron implementando, lamentablemente, tuvieron más de maquillaje que de soluciones ciertas y de fondo, básicamente en lo que hace a Salud Mental. Y expresamente se percibe tal carencia en los sectores de menores recursos económicos, que son los más desprotegidos.
El Congreso sirve para debatir e intercambiar experiencias, generalmente entre profesionales de valía, ricos en contenido, pero toda exposición queda hueca de mensajes si no tiene su correlato de acción política. Y el accastellismo nos ha demostrado en estos 12 años que se convirtió en una industria del emparchado.

Recursos humanos

Estamos ante un factor básicamente gravitante, como lo es el recurso humano. De esta manera nos encontramos que la mayoría de aquellos profesionales relacionados con la salud mental, se encuentran envueltos en un estado de precarización laboral altamente preocupante, ya sean facturantes, contratados, etcétera; situación que determina que el señalado queda cercado en un estado de indefensión de sus derechos, expuestos a un sometimiento perverso, o en un contexto de docilidad por supervivencia, impotente de hacer valer sus pensamientos, su decir, su hacer.
Quizás como nunca en la historia de la Municipalidad de nuestra Villa, nos encontremos con tantos profesionales y empleados en una situación tan precaria, que terminan siendo parte del clientelismo político a los que nos tiene acostumbrado este Gobierno.
Estas sucesivas gestiones del matrimonio gobernante, ha dejado establecido que en el citado orden de la salud mental, se careció de un proyecto coherente, viable, y eficaz. Villa María, a pesar de estar atravesando una de las etapas que mayor cantidad de dinero recibió desde el Estado provincial primero y nacional después, está carente de un elemental centro de prevención, contención y atención para cualquier tipo de adicciones. Básicamente para los jóvenes, que en los últimos 10 años duplicó su cantidad de enfermos, ya sea por alcoholismo o drogadicción. Así es como vemos a cientos de familias vecinas que deambulan a la deriva, sin encontrar, desde el Estado, responsabilidad que le es intransferible, una respuesta que intente solucionarle una problemática de alta gravedad.
La salud, y muy especialmente la mental, debe concebirse dentro de un todo. No se puede analizarla aisladamente. Debe formar parte primordial de cualquier debate que se promueva dentro de la órbita de la política de Estado. Eso no se observa en nuestra ciudad. Y no se percibe por distintos motivos, uno, ya lo indicamos, la falta de criterio que se ostenta para con los profesionales en la materia; la carencia de inversión en infraestructuras, y como contrapartida escuchamos casi desde la jactancia, que la comuna gastó más de 60 millones de pesos en el techado del Anfiteatro; en la costanera; en el Aeropuerto, obras que pueden ser valorativas, pero nunca por encima de las necesidades de seres que son dejados en la incontención. Esto demuestra palmariamente que el Gobierno ha perdido el sentido esencial de la priorización en la inversión. Ni uno ni cien techos, pueden tener más valor que cualquier vida humana.
La salud mental, es tal vez, el área más castigada de estos gobiernos en los últimos años.
Entendemos que los congresos son necesarios y, hasta imprescindibles, para elevar el nivel de conocimientos, sin embargo, lo que pretendemos es que se debatan temas que hacen a las causas y no a los efectos. Si no se comprende en su naturaleza lo que encierra la definición de “política de Estado”, continuaremos emparchando situaciones que tienen más de electoralistas que de procedimientos de fondo.

Doctor Julio Tabares