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Rafael, rodeado de sus hijas, yernos, nietos, bisnietos, tataranieta y todo el afecto de un siglo |
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Rafael nació en La Paz, Entre Ríos, el 15 de abril de 1911 y el destino lo trajo a la localidad de Ballesteros, lugar donde festejó su centenario de vida junto a su familia y amigos. Tiene tres hijas, seis nietos, bisnietos y una tataranieta. Rodeado de afectos, en su casa, la mañana del viernes, este abuelo jovial, amable y dulce comenzó a recibir a sus seres queridos y junto a ellos un año más de vida.
Barrios no olvida ningún detalle a la hora de contar en qué momento y por qué abandonó su Entre Ríos natal y nos cuenta su historia hasta llegar a Ballesteros, lugar que eligió para formar su familia.
Don Rafael recuerda que corría el año 1933, con sólo 22 años, salió en busca de trabajo y fue al tomar este desafío que se encontró con personas procedentes de Tandil, quienes lo llevaron a esta ciudad y lo albergaron, propiciando su estadía durante un largo tiempo. Allí realizó tareas en la esquila, posteriormente, en otros puntos de la provincia de Buenos Aires realizó numerosas actividades relacionadas con el campo y en grandes estancias.
Al tiempo, bajo la promesa de un mejor porvenir, Rafael se mudó a la provincia de Santa Fe aunque su sueño siempre fue conocer Córdoba y persiguiendo este anhelo emprendió el viaje que lo trajo a Ballesteros instalándose primero en la localidad de Benjamín Gould, en el sudeste cordobés y luego lo hizo en la estancia “Los Algarrobos”, en Monte Buey.
En “Los Algarrobos” conoció a Juana Borghello, quien se desempeñaba en aquel entonces como empleada doméstica, con el tiempo Rafael y Juana se unieron en matrimonio el 28 de setiembre de 1940 en la iglesia de Ballesteros.
Los trabajos de Don Barrios, siempre relacionados con el campo hicieron que se radicara definitivamente en esta localidad en el año 1950 período en el cual se instaló en la estancia “La Mascota” hasta llegado el momento de su jubilación.
Su historia lo define como un hombre generoso y trabajador. Sus tres hijas, Estela Maris y Vilma Ester, radicadas en Rosario, y Helia Ana en Comodoro Rivadavia le regalaron yernos, nietos, bisnietos y una tataranieta. Para ellos son sus sabias palabras, sus refranes siempre oportunos y su sabiduría. Y con ellos disfrutó de este cumpleaños tan especial compartiendo su lucidez, vitalidad, alegría, entusiasmo y sencillez, algunos componentes de su fórmula para alcanzar sus 100 años de vida.
Lucila Heredia - (Radio Fénix)
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