Manso, tranquilo y amparado en sus sueños de callejero. El Tobías (Tobi para quienes más lo tratan) es un andador de clubes, bares y calles céntricas.
No es rencoroso de su pasado de abandono y en una cochera de la 9 de Julio ha construido su dormitorio para seguir gastando la vida.
Es el dueño de la cuadra de Buenos Aires, frente a la plaza, y se ha ganado ese título con autoridad. Cruza la calle mirando de reojo a los autos y no se apura para hacerlo.
Supo ganarse el cariño de quienes lo protegen y conocen, y lo logró en base a sus ojos de almendra. Hoy, en su día, tal vez tenga de almuerzo un par de costeletas y de postre alguna medialuna que sobre de la mañana.
Sus siestas son cortas y a sus noches las pasa debajo de alguna silla, en un rincón de la puerta del hotel o en la mismísima entrada a Gula, como para imponer presencia. Así transcurren sus días antes de ir a su dormitorio, cuando lo llama la madrugada.
El Tobi no puede faltar un día del lugar porque su ausencia preocupa. Y si lo hace, pronto vuelve con sus pasos cansados y bajando la cabeza en señal de arrepentimiento.
Es el perro del centro... el perro de todos. Y él lo sabe. Tobías es un perro más, como tantos o como todos. Tiene como sello de distinción que la calle es su amiga. La calle le da calor en invierno y lo refresca en verano. La calle lo adoptó como suyo cuando se sintió desamparado. La calle y quienes lo protegen. Tobías sabe quiénes son todos y cada uno de los habitantes del pavimento. (R.J.).
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