A los 8 años, Mario López comenzó a trabajar haciendo milanesas en Maifeto, un local gastronómico de un tío que lo empezó a entrenar en las obligaciones laborales.
Paralelamente, estudió y concluyó su nivel secundario de formación en la Escuela del Trabajo, de donde egresó como carpintero metálico.
El primer trabajo formal fue el de viajante, vendiendo zapatos, hasta que un accidente le hizo repensar esa vida sobre las rutas y decidió cambiar de rumbo.
Así fue que encontró su camino en un negocio de venta de ropa masculina, donde está desde sus jóvenes 18 años.
“Comencé como cadete y hoy soy encargado de ventas”, dijo el trabajador que lleva 28 años en el mismo empleo.
“Hoy es raro tener tantos años en un mismo trabajo, porque los chicos tienen otras prioridades. Si algo no les gusta, no aguantan y se van. En cambio nosotros teníamos más paciencia”, dijo.
Hablando de paciencia, asegura que es una virtud del vendedor. “Muchas veces vienen clientes con muchas vueltas. Vos sabés que en realidad no se quieren llevar lo que hay, pero tenés que atenderlo igual”, asegura. Y recuerda la última anécdota ocurrida días atrás, cuando una mujer quería un saco, le vio una mancha y lo compró igual, previo envío a una tintorería. “Cuando lo vio limpio, lo encontró arrugado y finalmente no se lo llevó. Uno sabe de antemano que no lo quería”, aseguró el trabajador de comercio.
Al inicio de su tarea laboral en el comercio, “no tenía idea no sólo del tema de la venta, sino que ni siquiera sabía vestirme yo”, dijo.
A la hora de enumerar lo que más hace falta, asegura necesitarían “más apoyo del gremio, especialmente en lo que hace a obra social, donde siempre te ponen trabas. También habría que mejorar los sueldos, que son bajos”.