Escribe:
Jesús Chirino
Rogelio Gordillo, más conocido como el “Pibe Cabeza” fue un afamado personaje sobre el que se han tejido diversas historias. Sus andanzas por las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba fueron publicadas por los diarios de todo el país en la terrible década de los años treinta. Pocos saben que este delincuente y su banda también anduvo por la zona de Villa María. Quizás fue en esta geografía donde cometieron el acto que sellaría la suerte del grupo.
Productos de
un contexto
En primer término tendríamos que decir que la historia de la delincuencia no es la de otros, sino que es parte indisociable del pasado de nuestra sociedad. Es una historia que suele mostrar, como un espejo, el rostro sin maquillaje de la sociedad, la regularidad de delito y los modos en que fueron encarados los conflictos y las denominadas desviaciones criminales. Incluso no es raro notar que aquellos que en un momento se presentaron como delincuentes, en otro momento fueron víctimas de ciertas prácticas sociales. De allí el interés por repasar, aunque más no sea de manera sucinta, algunas historias relacionadas con el delito en la región. En esta oportunidad nos ocupamos de algunos momentos del Pibe Cabeza cuya fama fue tal que se mantuvo a lo largo del tiempo. En 1975 el cineasta Leopoldo Torre Nilsson dirigió un filme que recoge los principales aspectos de la vida de este hombre nacido el 9 de junio de 1910 en Colón, provincia de Buenos Aires. Gordillo llegó a ser considerado el enemigo público número uno, pero por otra parte sectores de la población le tenían simpatía y respeto.
Fruto del denominado “fraude patriótico” gobernaba el país Agustín Pedro Justo. Aquella era una sociedad rígida y de grandes privilegios para algunos pocos y privaciones para las mayorías sociales. Tiempo de persecución a los enemigos políticos, con cuerpos policiales que hacía años habían naturalizado los “hábiles interrogatorios” que incluían terribles maltratos a los detenidos. La provincia de Córdoba tenía una realidad diferente en el paisaje político, gobernaba el radical Amadeo Sabattini, quien tuvo que enfrentar reformas en una institución policial que había más que simpatizado con el fascismo de estas pampas. Por otra parte importantes caminos asfaltados acortaban distancia entre las grandes ciudades. En junio de 1937 se inauguraría el último tramo de la ruta 9 entre Buenos Aires y Córdoba.
Carnaval
Aquella tarde del martes 9 de febrero de 1937 era de Carnaval. En Villa María los festejos del Rey Momo venían siendo un fracaso, todo a raíz de las excesivas prohibiciones fijadas por la reglamentación local. Ante esa realidad, la comisión Oficial de Festejos flexibilizó la cosa y esa noche la celebración local fue un gentío. Esa misma tarde, pero en el barrio de Mataderos de Buenos Aires, cuando la luz del día perdía la batalla con la noche, el bullicio carnestolendo fue interrumpido por los estampidos de varias armas de fuego. Hombres de la Policía Federal se encontraban con el Pibe Cabeza. Aquel fue el enfrentamiento final, pocos días antes la banda del Pibe había pasado por Villa María.
Aquel paso quedó documentado en la prensa local. Gracias a diarios como Heraldo, que cubrió de manera profusa las andadas del Pibe Cabeza, podemos acceder a algunas de las vicisitudes que éste vivió en nuestra zona. Tiempo antes de aquel Carnaval del ‘37, el 22 de enero, ese medio de prensa tituló “Un audaz asalto se perpetró en horas de la madrugada. Atracaron a un automóvil”. Surgieron entonces los primeros datos de un hecho que daría mucha tela para cortar. Esa madrugada se había presentado “…ante las autoridades policiales de nuestra ciudad, un desconocido el que refirió una fantástica aventura corrida en compañía de otras personas que con el deponente, viajaban desde Córdoba con rumbo a la Capital Federal ”.
Pibe Cabeza
en la zona
Parece ser que la Policía villamariense no había entregado el nombre del denunciante ni precisiones acerca del hecho pero al otro día, en la edición del sábado 23, se dio a conocer que “personalmente el Pibe Cabeza dirigió el audaz asalto de ayer. Siguen prófugos los audaces forajidos”. También se dijo que el denunciante del hecho era Alberto Salas “administrador de la Estancia El Chingolo, que en el camino a Jesús María posee el coronel D. Daniel Fernández”.
Ante las autoridades de la calle General Paz el hombre relató los hechos diciendo que en la noche del jueves viajaba “…en un automóvil Chevrolet último modelo. Acababa de abandonar el establecimiento de campo que administra y le acompañaba la señorita Angélica Medina”. Cuando se encontraban en el kilómetro 4 del camino a Jesús María se encontraron con un automóvil estacionado en medio de la calle, al lado del mismo un agente de Policía les hacía señas para que se detuvieran. Cuando Salas descendió de su vehículo se dio cuenta de que en el lugar también había cuatro individuos que lo amenazaban con revólveres exigiéndole la entrega del Chevrolet.
Siempre según el relato de Salas, tanto él como Medina, el agente y un menor de edad que se encontraba con el grupo fueron ubicados en el asiento trasero y se dirigieron hacia la ciudad de Córdoba. Luego, por la ruta 9, hacia Villa María por donde pasaron despacio y llegando a la estación Ramón J. Cárcano detuvieron la marcha. Allí liberaron a Salas y retomaron el camino con rumbo hacía la ciudad de Rosario no sin antes decir que la libertad de Angélica Medina costaría diez mil pesos. El liberado dijo que se dirigió hasta las vías ferroviarias, allí esperó el paso del tren carguero trepándose al mismo para llegar a Villa María y hacer la denuncia.
Liberados
Según pudo conocerse el auto que guiaban los cuatro que dieron el asalto en el camino de Jesús María era un Ford V. 8, chapa 1689 de Lomas de Zamora. Era el mismo vehículo en el que el día jueves, circulando a excesiva velocidad por las calles de la ciudad de Córdoba, chocaron en la esquina formada por Entre Ríos y Wheelwrigh. Allí atropellaron al niño Ubaldino González que vendía diarios cuando el mismo intentaba trepar al tranvía. La primera reacción de los hombres, vestidos de manera elegante, fue tratar de huir del lugar de la escena pero en la maniobra el vehículo fue a dar contra una columna del alumbrado. Fue allí cuando intervino un policía, el cabo primero Santiago Contreras, quien les expuso la necesidad de hospitalizar a la pequeña víctima. Según el Heraldo “opusieron algunos reparos los viajeros, especialmente cuando se habló de presentarse ante las autoridades de la Sección Tráfico. Apremiados por el agente, hubieron de acceder sin embargo y momentos después partían todos al parecer en dirección al Hospital de Niños”. Pero cuando ascendieron al vehículo amenazaron y desarmaron al cabo Contreras y se dirigieron al camino que lleva a Jesús María, fue en esa arteria vial donde se encontraron con Salas y la señorita Medina que circulaban en un Chevrolet.
El denunciante Salas hasta que vio unas fotografías en la Jefatura política de Villa María no sabía que había sido asaltado por la banda del Pibe Cabeza. Identificado el delincuente se informó que las policías patrullaban los caminos de Córdoba y Buenos Aires. Desde la prensa se decía que hablar de persecuciones era excesivo dado que la Policía provincial era atrasada y carecía de automóviles adecuados para las rutas, así se sostenía que bastaba ver la delegación del Departamento Tercero Abajo “cuyos medios se reducen a un vehículo deteriorado, incapaz de competir en velocidad con un camión”. Una de las demandas expresada en los medios de prensa era la creación de una Policía Caminera que hiciera frente a esa nueva modalidad de delitos que practicaban quienes desplazándose en rápidos automóviles realizaban sus atracos en los caminos rurales, o usaban las nuevas rutas para huir.
La banda del Pibe Cabeza liberó al canillita Ubaldino González y a la señorita Angélica Medina en la localidad de Luján no sin antes entregarles once y quince pesos, respectivamente, además de unas colchas y un canasto con otras provisiones. Medina conocía que unos parientes de Salas vivían en Buenos Aires, en Silvay 1925, y hacia allí se dirigieron los liberados.
Los dos fueron interrogados por Viancarlos, jefe de Investigaciones de Buenos Aires junto al jefe de investigaciones de La Plata. La mujer declaró que el cabo Contreras había sido liberado cerca de Ballesteros la misma noche que dejaron a Salas. Ella también dijo que al cabo le habían atado y vendado los ojos y que no escuchó detonaciones que le hicieran pensar en disparos. La mujer reveló un detalle que disparó las peores hipótesis para la suerte del policía, relató que cuando los maleantes regresaron al vehículo luego de dejar a Contreras le había parecido ver manchas de sangre en la solapa del saco de uno de ellos. La prensa villamariense reflejó el testimonio de la mujer escribiendo que “de acuerdo a la declaración de la Medina , ella y el menor estuvieron secuestrados hasta anteanoche en un pueblito de la provincia de Buenos Aires, que no puede precisar siguiendo viaje a la capital en la mañana de ayer a la que llegaron en las primeras horas”.
Ante la información conocida tanto la Policía de Villa María como la de Bell Ville iniciaron la búsqueda del cabo primero en la zona de Ballesteros. Los resultados los comentaremos en la continuidad de esta nota el próximo domingo.
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