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Belleza e historia de la ciudad andaluza |
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Escribe:
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Les tomó siglos, de lucha y sangre vertida. Hasta que un día, los españoles entraron victoriosos a Granada, culminando la reconquista. Hacía meses que la ciudad estaba sitiada. Tiempo suficiente para que los moros tomaran conciencia y enjugaran sus lágrimas. El imperio nazarí de tierras ibéricas se caía. Corría el año 1492. El mismo que vio a un tal Cristóbal Colón hacer temblar la historia.
Una vez firmada la rendición, Isabel La Católica y Fernando de Aragón retomaron las riendas de una región cardinal del reino. De inmediato, dispusieron nuevos esquemas para la ciudad andaluza, trazando el plan a partir de referencias bien españolas: culturales, económicas, políticas y también arquitectónicas. No obstante, el proceso dejó a muchos de los edificios y obras realizados por los musulmanes en pie. La decisión fue acertadísima. Hoy, Granada es un símbolo de la mixtura de estilos. Occidental y morisca, representa uno de los espacios urbanos más bellos del mundo.
Pluralidad
Las calles son angostas y empedradas. Las casas blancas, deliciosas. Estamos en el Albaycín, el barrio insignia de la localidad. Ubicado sobre los cerros, es el más fiel representante del legado nazarí. Habitado por gran cantidad de marroquíes y extranjeros de toda Europa, mantiene el espíritu de antaño. El área está repleta de construcciones de estirpe musulmana. El Palacio de Dar al-Horra, la Puerta de Elvira o las murallas son sólo algunas de ellas.
En bajada por calle Carrera del Darro, el viajero continúa descubriendo aquella huella. El río Darro desciende atravesando pequeños puentes, con edificios históricos y algún tradicional baño árabe observando. Hacia la izquierda, una quebrada ofrece otras construcciones de admirar. El marco es encantador.
Ya en el centro, la herencia española reclama protagonismo. La colosal Catedral, la Basílica de San Juan de Dios, la iglesia de Santo Domingo y la Capilla Real son las encargadas de demostrarlo. También los bustos, estatuas y conmemoraciones varias a la monarquía y los héroes nacionales de ayer. El patriotismo está bien presente en la identidad local.
Sin embargo, la idiosincrasia granadina brilla de pluralidad. Los acontecimientos del pasado y el propio talante del municipio, ayudan a entender el porqué de tanta diversidad. Mucha comunidad “neohippie”, mucho andaluz tradicionalista y mucho europeo del norte conforman un caleidoscopio digno de admirar.
Simplemente Alhambra
En el caminar por las partes altas de la urbe, dos elementos acaparan el horizonte: Sierra Nevada, enorme macizo montañoso que es emblema de la provincia, y La Alhambra. Esta última está catalogada como una de las obras más extraordinarias que la mano del hombre haya realizado. Patrimonio histórico de la Humanidad, una ciudad en sí misma. Complejo de palacios, torres, murallas y jardines (Generalife) que el reino nazarí dejó como prueba máxima de talento creador. Por su belleza extrema y sus dimensiones, conocerla a fondo puede demandar un día completo o más de recorrido.
Luego del paseo, ya nada quedará como estaba. Los recuerdos de La Alhambra pasarán a impregnarse en la retina del visitante, para nunca más soltarlo. Igual que las memorias de Granada. Ese lugar que por ser como es, genera placer. Una verdadera joya planetaria.
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