En nuestra edición de ayer publicamos la primera parte del material elaborado por el titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Delegación San Martín, Elvio Omar Toscano.
A continuación, presentamos la segunda y última entrega del documento.

Hipocresía de uno y todos

¿Cómo pretendemos exigirles a los niños/as y a los jóvenes, un “comportamiento”, una responsabilidad como ciudadano, si no han sido tratados como tal, si no han sido respetados sus derechos ni formados en valores que defiendan la dignidad y sus derechos como sujeto.
Cuánta hipocresía individual y social, que no nos permite reconocer, ver, detenernos y pensar que somos los responsables de una sociedad que enarboló las banderas del liberalismo y dejó librado a este sector social, inerme y a sus propias fuerzas, estableciendo una sociedad de excluidos, pero más aún, nos convertimos en sus verdugos, pretendiendo la ley que los mate y que nos libere de tanto compromiso.
Dice Françoise Dolto: “Si los seres humanos realmente fueran capaces de un respeto total por el más pequeño de ellos; si se llegara a reconocer tanto valor a lo que hace un pequeñín como a lo que hace un adulto, y que ya está construido con lógica, creo que sería una revolución considerable”. “Los niños son en verdad, los únicos que pueden hacer algo para los padres, porque tienen la ventaja de no haber sido adultos todavía”.
Los invito a participar de una reflexión sincera, honesta, en el marco del amor, sin las grandes obras, sin las grandes utopías, sin las grandes soluciones, con la sinceridad de espíritu que nos permita profundizar estos actos “subversivos”, y poner todo nuestro esfuerzo, nuestra vida, por los más pequeños. Juguémonos por una sociedad diferente, de inclusión, de justicia, de dignidad, juguémonos por sus sueños, por sus juegos, por sus deseos, empecemos a pensar en ellos seriamente y nos sentiremos contenidos, porque ellos son el talón de Aquiles de los adultos.

Preocupante indiferencia

El año pasado con la presencia de nuestro compañero, el doctor Rubén Efron integrante de la APDH central, abordamos este mismo tema con el título ¿Jóvenes violentos o violentados? Esperábamos una concurrencia masiva, en especial de los sectores vinculados de una forma u otra a esta problemática, sin embargo no fue de esa manera, salvo algunos padres y docentes, el auditorio de la medioteca estuvo casi vacío.
Hoy volvemos a retomar esta cuestión y como decía al iniciar esta nota, nos vamos a permitir profundizarla dentro del escaso espacio, el tema de los niños, niñas y adolescentes, en el marco de nuestra realidad y también del mundo, tomando las experiencias que la Unicef nos aporta para abordar tan complejo tema.
Cuánta responsabilidad tenemos los adultos, los padres, los docentes, la comunidad en su totalidad, un país con raíces totalitarias después de la última dictadura, valores que hemos transmitido a los niños, a los niños y a los adolescentes, como formas de resolver las dificultades y tantas cosas en sus mentes que los golpea fatídicamente, con problemas que no supimos resolver los adultos, y de pronto surgieron aquellos que traían la solución, sin embargo nos dejaron un país destruido, no sólo en lo económico sino en nuestra identidad, destruyendo nuestra cultura, y la imagen totalitaria quedó latente, como que todo debe resolverse con la violencia.
Hoy frente a los conflictos, ¿cómo lo resolvemos los adultos?, por ejemplo los conflictos laborales, los encuentros deportivos, las relaciones políticas, las cuestiones de poder, las cuestiones familiares, ¿nos preguntamos de qué manera repercute en cada uno de nuestros jóvenes?, estas formas de solución. Es una cuestión cultural que nos atraviesa transversalmente y que tenemos que resolver.
Me preocupa y lo planteo para que entre todos busquemos la forma de resolverlo o por lo menos encontrar los caminos para hacerlo. Debemos preguntarnos los adultos cómo interpretamos la conducta de ellos, cómo nos paramos para poder interpretar sus realidades y acompañarlos en su crecimiento personal y social, guardando la mesura, para no inmiscuirnos en sus vidas, menoscabando y controlando sus libertades.
Vivimos en el marco de una sociedad nueva, desafiante, en una crisis coyuntural sin rasgos históricos, un nuevo modelo capitalista, donde se corroe todo, el espíritu, los valores y hasta el carácter, como lo señala Richard Sennett en su libro “La corrosión del carácter”.
En esta nueva sociedad, la del mercado, sólo se valoriza el principio de la responsabilidad individual y castiga con las reglas del sistema al distraído, al marginado, al desocupado por no haberse preocupado en prepararse ¡cuánta ironía!
Sin embargo creo y lo he señalado en otras oportunidades, la posibilidad de cambio está, en la medida de nuestro compromiso, asumiendo herramientas de transformación, a la educación, a la escuela integrada fuertemente con la familia y la sociedad.
Recordemos como experiencias positivas de los jóvenes en nuestra ciudad, lo que realizan muchas instituciones educativas, en tareas legislativas, en el Mercosur Joven, en Quijotada, en baby fútbol y en tantas actividades sociales, que muestran los valores positivos hacia identidad definida. Debemos procurar seriamente que se avance en sectores que están marginados de estas prácticas, para que la igualdad de posibilidades sea una realidad. Debe ser un compromiso de todos, para convertir esta utopía en un hecho concreto.