Los dirigentes políticos democráticos no lo son porque escuchen a los demás solamente, sino porque tienen algo importante para decirle a la sociedad, una invitación a transformar la ciudad, una propuesta de superación, una promesa de cambio. Es así que se configuran los liderazgos, tan presentes en la historia argentina y en la vida de los partidos políticos, particularmente en aquellos que son centenarios.
La proximidad de las elecciones municipales habilitó la ocupación del espacio público con discursos políticos que, a un mismo tiempo, describen una situación y prometen su cambio. En esa línea me esfuerzo en colocar las expresiones del candidato radical Miguel Olaviaga.
Su diagnóstico se concentra en los supuestos déficits de la gestión actual, que integro y por eso opino, en temas tales como vivienda, minoridad, crédito y tercera edad, justamente tópicos sobre los cuales se ha trabajado mucho y bien en los últimos 10 años. Eximiré a los lectores de la enumeración de obras y gestiones realizadas sobre el particular porque ya las conocen. En cambio les propongo reflexionar sobre las propuestas para cambiar la realidad que pueda hacer un dirigente que la desconoce.
El mismo Olaviaga nos anticipó la calidad de sus mensajes de campaña al considerar que aquello importante que tiene un dirigente, miembro de un partido político con más de 100 años de existencia, para decirle y proponerle a la comunidad implicaría “manchar paredes”.
No es la posibilidad de insultar a los demás candidatos lo que debe preocupar a Olaviaga, sino la de insultar la inteligencia de los ciudadanos intentando señalar falencias donde no las hay, describiendo una ciudad que no es la que habitamos ni predicando una corrección política autoadjudicada.
La primavera alfonsinista no se recupera por capricho ni un liderazgo se puede asumir sin tener las condiciones. El ‘83 fue un momento importante, significativo, pero ya es parte de la historia. Difícilmente un dirigente pueda conducir la ciudad hacia el futuro si todo lo valioso que tiene para ofrecer está en el pasado.
Héctor G. Muñoz
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