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17 de Mayo de 2011
Nutrición
Esos peligrosos alimentos adictivos
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Por qué, por más que lo intente, no puedo parar de comer chocolate? ¿Cómo puede ser que el helado termine siempre por frustrar mi dieta? ¿Será que existen alimentos adictivos?

Si bien el término “adicción” no es del todo adecuado para definir estas conductas tan comunes, las investigaciones médicas cada vez encuentran más datos a favor de que existen componentes de nuestra dieta que generan en nuestro organismo un importante grado de dependencia. Estos nos llevan a no poder frenar su ingesta y a caer, en consecuencia, en conductas alimenticias muy dañinas que terminan por frustrar cualquier tipo de plan de descenso de peso que se emprenda.
La Naturaleza en sí misma no produce ningún alimento adictivo, pero la industrialización de los mismos ha favorecido la aparición de comestibles que generan importantes estímulos a nivel gustativo, lo que redunda en un indeseado consumo irrefrenable. Basta con pensar en lo que genera a nuestros sentidos los aromas provenientes de una casa de comidas rápidas, o del hall central de un complejo de cines.
“El alimento es el primer antidepresivo que encontró el ser humano ante situaciones angustiantes. Esto se da porque las carbograsas presentes en ciertos alimentos, que podrían catalogarse como “adictivos”, estimulan la liberación de morfinas endógenas (endorfinas) y/o derivados canabinoides (similares a la marihuana), las que hacen que las personas se sientan reconfortadas después de una buena comida”, explica Rubén Salcedo, director médico asociado de Sanatorio Diquecito, quien sentencia: “En definitiva, todo alimento que estimule la liberación de endorfina tiene capacidad adictiva.”

s Las peligrosas carbograsas

Las carbograsas son, en términos simples, la mezcla de hidratos de carbono con algún tipo de grasa, generalmente saturada. También, dentro de esta categoría de “alimentos adictivos” están las proteograsas (como es el caso de la carne), es decir una proteína combinada con grasa.
En general el sexo femenino tiende a comer más las carbograsas dulces. Los hombres, en cambio, suelen presentar adicción a las proteograsas saladas. Eso se explica en la constitución química del cerebro de cada sexo.
Para graficar lo negativo de estas combinaciones, nos basta con comparar la diferencia que genera a nivel gustativo el consumir un bife de lomo y un bife de chorizo. El bife de lomo es rico en proteínas pero el bife de chorizo tiene además grasa de manera significativa, que lo hace más atractivo en cuanto a la reacción orgánica que produce. En el caso de los helados, por ejemplo, no es lo mismo comer frutilla al agua que frutilla a la crema. Habitualmente los helados más ricos son los que tienen más crema de leche. Igualmente sucede cuando se consumen alimentos salados de alto tenor graso: no es lo mismo comer papa hervida que papa frita.
La compulsión que generan estas categorías está dada justamente por la presencia de componentes carbograsos. En otras palabras, cuando alguien dice que le gusta el dulce de leche, en realidad lo que verdaderamente lo estimula y lo atrae es el nivel de endorfinas que éste genera en su cuerpo.


¿Cuáles son los alimentos más adictivos?

La lista es muy larga, pero los siguientes son algunas de las comidas que más adicción generan:
•Dulces: tortas (pastafrola, mil hojas), galletitas dulces de alto tenor graso, masitas secas, bocaditos de copetín, chocolate dulce (no el amargo, que no es muy adictivo), bombones, el helado a la crema.
•Salado: todos los fritos (papa frita, huevo frito y empanadas a la cabeza), comidas rápidas (“chatarra”), pizzas, copetín (chizitos, pururú, nachos), asado muy grasoso (especialmente las achuras porque son de alto contenido graso y tienen relativa cantidad de proteínas).
“Todos estos alimentos, que son de alto poder estimulante al paladar, tienen esa capacidad que decimos de producir adicción por liberación de endorfinas. El gran problema es que si uno estimula el cerebro todos los días, después de un tiempo, en caso de cortarse esta generación de endorfinas la persona empieza a tener la conducta de compulsión, es decir la necesidad de generarlas a través de alimentos que tengan esa capacidad. Es allí cuando ocurre lo mismo que cuando uno deja de fumar y después de un tiempo da una pitada: la recaída es casi inevitable. Por eso es importante no exponerse”, recomienda el Salcedo.


Cómo frenar la tentación

Para evitar la adicción a estos alimentos de alto tenor grado, la única vía posible es no exponerse a ellos. "Cuando uno sabe que le está por venir el deseo de comer, hay que anticiparse mediante la ingesta de alternativas no adictivas, como por ejemplo una barrita de cereal para aquellos que prefieren lo dulce. Al que le gusta lo salado, en tanto, que haga lo mismo con una porción de queso magro, pero siempre antes de que llegue el ataque de hambre”, agrega Salcedo.
De hecho, una de las recomendaciones habituales del Sanatorio Diquecito es la de comer en la instancia de “apetito” y no de “hambre”, ya que en esta última fase se pierde la capacidad de seleccionar correctamente lo que habremos de ingerir.
“El hambre se hace manifiesto cuando paso más de cuatro horas sin comer, y es muy difícil de frenar. El apetito, en cambio, es discriminativo: no me como cualquier cosa sino que mi cabeza puede decidir qué comer. Si al hambre se le suma la compulsión, no se lo puede parar con nada. En cambio al apetito se lo soluciona mucho más fácil”, explica, por último, el especialista Salcedo. Fuente: Sanatorio Diquecito

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