Escribe: Jesús Chirino
La cárcel no sólo es el espacio donde pasan sus días aquellos seres humanos que han cometido delitos, también es un lugar de trabajo, estudio y otras actividades que realizan tanto los internos como el personal que cumple funciones allí. Las condiciones de alojamiento de los privados de su libertad han sido una problemática social repetida desde que existe la institución. Esas condiciones varían según el proyecto político hegemónico en cada momento histórico y su respeto a los derechos de los ciudadanos. En los años ‘30 la Cárcel local no reunía las mínimas condiciones de dignidad, el problema que venía desde tiempo antes pasó a combinarse con la visión de las autoridades del momento.
Cárcel
nauseabunda
En su edición del 11 de noviembre de 1932, el diario local Heraldo publicó un extenso artículo referido a las insalubres condiciones del establecimiento carcelario de Villa María. Una vez más se denunciaba el lamentable escenario en que vivían los presos de entonces. La mencionada nota periodística, titulada “El hacinamiento de presos en la Cárcel de Encausados”, se hacía eco de las repetidas quejas que un sector social le hacía a las autoridades que, por entonces, con el fascismo en el poder e incluso con el proyecto corporativista de José Felix Uriburu en marcha, no estaban muy preocupadas por la situación de los encarcelados.
En relación a las condiciones de encierro, el artículo señalaba que “a las incomodidades del hacinamiento de presos en un local de espacio reducido y carente de las más indispensables condiciones higiénicas, se agregan ahora las penurias que deben sufrir los asilados por falta de ventilación, los olores nauseabundos provenientes de los pozos ciegos y los sumideros obstruidos e insuficientes para las necesidades de la cuantiosa población del establecimiento”. Por ello, el cronista habla de que, dadas “...las lamentables condiciones de higiene…” se había convertido en “…un permanente foco de infección cuyos riesgos no alcanzan solamente a los infelices recluidos sino que también suponen un gravísimo y permanente peligro para las familias que habitan en el populoso barrio donde está ubicada la Cárcel”.
Epocas difíciles para informar
Esta denuncia debe ser encuadrada en las reacciones que podían despertar las críticas de la prensa. En octubre 1931, por ejemplo, la prensa local publicó acerca de una fuga en la Cárcel, haciéndose eco diarios como “Córdoba” de la capital provincial. La Policía de Villa María desmintió la información y detuvo, con malos tratos, al M. Santucho Peña, corresponsal de ese diario. Peña, quien fue secretario municipal de la intervención municipal de 1930, sufrió la dureza del mismo régimen político. El jefe de investigaciones pateó la puerta de su casa hasta romperla y al no encontrarlo lo esperó para detenerlo en la calle, “siendo maltratado y golpeado”. A las autoridades les molestaba que se hablara acerca de sus deficiencias y tenían sus métodos terribles para aleccionar a los ciudadanos. Cosas del fascismo. Imaginemos que si ése era el trato que el Estado le proporcionaba a un periodista que, según la Policía, se había equivocado en la noticia que dio, cuál podría ser el respeto que se tendría por la dignidad de alguien acusado de cometer un delito.
Razones de
humanidad
El trabajo de los tanques atmosféricos municipales no alcazaba para mantener limpia la Cárcel, las aguas servidas solían rebalsar los sumideros inundando los patios. El periodista del “Heraldo” sostenía que por “razones de humanidad, en favor de los recluidos que están obligados a soportar los inconvenientes del inmundo local…”, debía corregirse la situación. A la vez manifestaba que, a modo de prevención sanitaria, se tornaba imperativo “…conjurar -ese foco infeccioso- durante el rigor de la canícula”. Las salidas posibles eran la clausura o su inmediata refacción.
Penal
Las denuncias tuvieron eco y el lunes 23 de julio de 1934, se anunció la construcción de la Cárcel. El doctor Horacio Quiroga donó el terreno para el nuevo edificio. Pero recién en enero de 1935 se publicó el llamado a licitación para la construcción de la Cárcel de Encausados de Villa María, con un presupuesto de cuatrocientos mil pesos moneda nacional. Años después, cuando se inauguró en su parte frontal podía leerse, en letras grandes y mayúsculas, la palabra “PENAL”. Una manera de denominar el lugar destinado a los “penados”.
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