Es verdaderamente un factor de honda preocupación el crecimiento sostenido de los incendios industriales en el último año. Y lo que es peor, es que va en aumento en los últimos meses.
Si decimos que la siniestralidad del ramo se disparó 12 puntos del 35% al 47% comparativamente marzo ‘07 a marzo ‘08 tendremos una pauta de la incidencia que tiene en la atención de los compromisos por parte de las aseguradoras. Ello, como producto de haberse incrementado un 76% la cantidad de incendios en esta franja de los bienes asegurables. Las causas principales por las que se incrementan los sucesos se deben, en gran parte, a las deficiencias en las instalaciones eléctricas ya que no se tienen en cuenta las nuevas incorporaciones de equipos y sobrecarga de consumo y se mantienen las viejas estructuras. A ello debe sumarse que las nuevas construcciones contemplan relleno de telgopor (poliestireno expandido) en las paredes lo que dificultan la contención del fuego y la acción de sofocarlo. En esto debe destacarse la ímproba labor de los bomberos que no dan abasto para acudir en auxilio de lo que bien podría haberse prevenido. Uno de los siniestros más relevantes fue el que se devoró la fábrica de empanadas La Salteña que “se comió” algo más de 30 millones de dólares, cifra similar a los daños de la Central Eléctrica Dock Sud pero muy lejana a la que marca el récord histórico que se remonta a 1997 cuando el fuego consumió por un valor estimado en 80 millones de dólares el Frigorífico Swift.
Esto ha determinado fuertes quebrantos en los resultados de las aseguradoras que se reflejan en sus respectivos balances. Ante la evidencia de la falta de prevención - cosa que las compañías tratan de poner en caja al momento de contratar el seguro - surge claramente la indolencia e imprevisión de muchos empresarios que no miden los riesgos a lo que se exponen sus bienes y los de quienes pueden ser alcanzados en la vecindad. Más allá de que las tarifas se manejan discrecionalmente y que, como Al Don Piruleri, cada cual atiende su juego.