Advierto que en cuestiones religiosas, no soy creyente ni ateo y es difícil vivir dudando. En lo que no tengo dudas es que en este proyecto nacional, es un proyecto superador, de inclusión y que lo conduce el pueblo a través de Cristina. Ahora bien, es impresionante lo que acabo de escuchar. Así como es execrable todo lo que dice Jorge Bergoglio en su Tedeum al PRO, es de aplaudir y felicitar las palabras del arzobispo Fabriciano Sigampa, que apoyó la gestión que según él fue la única que vio a los niños como sujetos de derecho, nada más y nada menos. Ante él, me saco el sombrero.
Sigo pensando que la Iglesia se debería financiar sin subsidio del Estado y que el Estado debe ser laico, pero así como rescato las figuras de Mugica y Romero o la de los padres palotinos, me resulta muy feliz y simpática la figura de este hombre, al cual seguramente le han dado la orden de fusilar a la presidenta y, desoyendo esas mezquindades, habló con solidaridad de la niñez y de los nuevos tiempos.
Ya sé, me dirán que la Iglesia es como aquel personaje de la mitología norteña, Coquena, que una mano tiene de lana y otra de piedra, no lo olvido. Pero es necesario ser noble (disculpen lo cercano al apellido) en estas cosas y reconocer cuando algo se hace bien, aunque pertenezca a una institución que se considera cuna de numerosos vicios.
Esta vez el hombre vestido con sotana dio en la tecla. Y se pareció bastante a la Iglesia oculta que en épocas de la Revolución de Mayo decidió apoyar a ese puñado de patriotas, y no a la que veía a la nueva Nación de los Belgrano y los Moreno como una amenaza, la misma Iglesia que mucho tiempo después apoyó dictaduras y genocidios...
Buena elección la de la presidenta de federalizar la fiesta del 25 y buena elección la de Sigampa de hablar con el agradecimiento a un Gobierno que, por primera vez después de Perón, se ocupa de la solidaridad estructural y no voy a hacer la larga lista de ejemplos, sino que pongo como muestra lo que cita el arzobispo como un acierto: la Asignación Universal por Hijo.
Sé que ahora vendrán caras extrañas a querer decir lo que no quiso decir el cura; pero no comemos pescado podrido. Como ciudadanos escuchamos atentamente lo que el hombre explicaba y debo decir que tengo que agradecerle que por una vez dejaron descansar a esa mujer que con aciertos y errores, como es humano, gobierna este país con el ojo puesto en los que menos tienen y el coraje puesto al servicio de las causas que ya creíamos perdidas.
Festejo que haya voces diversas en la Iglesia y en la vida. La diversidad es un regalo de este precioso mundo, siempre y cuando la idea diversa sea siempre fundamentada en el amor hacia los otros. ¡Feliz Día de la Patria!
Por una Nación con todos y para todos.
Marcelo Dughetti
DNI 21757311
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