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29 de Mayo de 2011
Destinos - Argentina - Provincia de La Rioja
La seducción del oeste
El distrito andino no para de cautivar al viajero. Lo bucólico de sus paisajes montañosos, sus ciudades y sus pueblos, y el encanto de la cultura provincial
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Escribe
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Yendo desde Córdoba, el ingreso a La Rioja defrauda un poco. Llanura insípida, carente de baluartes, aburre la tarde. Sin embargo, a medida que nos adentramos en el camino, la ventanilla empieza a tirar centros. Con cerros que nacen y se lucen, con marrones y naranjas que se despliegan, con cactus que decoran y dan identidad. El panorama cambia. No le hace falta más nada a la provincia andina para convencernos. Pero ella no escucha. Como la abuela regalona, continúa sirviendo al visitante con pluralidad de exquisiteces. Las vuelca sobre la mesa. A disfrutar.

Tras recorrer los primeros 120 kilómetros, la localidad de Patquía corta la ruta nacional 38, y avisa: hacia el norte está la capital provincial. Hacia el oeste, el Parque Nacional Talampaya. Decidimos empezar por este último. Patrimonio de la Humanidad, es una verdadera maravilla. Tierra desértica, con gigantescos paredones y cañones que surgen de improviso, brinda postales de excepción. El recorrido puede hacerse en bus o en bicicleta. La segunda opción permite asumir la aventura como propia, y experimentarla con mayor libertad.

Monumento
natural de
millones de años

Descollando los caminos internos, aprendemos sobre el pasado jurásico de la zona, y nos deleitamos con lo que arroja el entorno. Inmensas formaciones rocosas, como montañas, deambulan cercanas, quitando el aliento. Un monumento natural engendrado hace millones de años, cuando los continentes aún estaban unidos en ese infinito llamado Pangea.

Después de la excursión, continuamos hacia Villa Unión, un encantador pueblito generoso en cerros y calor humano. Ahora es la mítica ruta 40 la que aparece en escena. La tomamos sin pestañear, para inmiscuirnos en paisajes bucólicos, de montaña, y sumamente riojanos. La estrella de la zona es la Cuesta de Miranda. Un desfiladero que los coches atraviesan con miedo, y los turistas con regocijo. Visuales que iluminan. Acaso lo mejor de la provincia.

Luego, y tras pasar por las localidades de Sañogasta y Nonogasta, nos topamos con Chilecito. La segunda ciudad del distrito, con sus 30 mil habitantes, no dice mucho... O tal vez sí, a partir de allí y hacia el norte provincial, las paredes hablan, los muros no callan, la conciencia pinta en cada calle de esta localidad y de las que siguen: “Podemos vivir sin oro, no podemos vivir sin agua”, “Sin agua no hay Chaya”... en contra de las intenciones de reabrir minas de oro, donde se emplea cianuro, entre otros contaminantes.
Y, además, desde una antigua estación-museo ubicada a no más de diez cuadras del centro, se puede seguir el trazado del antiguo cable carril (utilizado entre 1904 y 1929 por los alemanes para transportar el oro que brotaba de las montañas), se van alcanzando las diferentes estaciones. La última estación es la mina La Mexicana, ubicada precisamente en el cerro Famatina, a 4.600 metros de altura sobre el nivel del mar. Durante todo el camino, panoramas alucinantes y extraños caprichos de la naturaleza (como la confluencia que mezcla un río dorado con otro celeste) hacen valorar el momento.

Por “La Costa”

Ya es momento de arribar a la ciudad de La Rioja. Una capital de lo más amena, vital pero con aires de pueblo. El paseo por la peatonal y la plaza central nos ayudan a percibir la idiosincrasia local, siempre tan conectada con la calma y el vivir despacio. Posteriormente, la Cuesta del Velasco, que viene llamando desde nuestro arribo a la urbe, termina de convencer. Hacia allá vamos.
Apenas cruzamos los límites del municipio, la carretera vuelve a adoptar semblante salvaje, con subidas y bajadas, curvas caprichosas y mucha postal. Al camino, con destino norte, se lo conoce como “Costa Riojana”. El mismo circula entre comarcas características, como Aguas Blancas, Pinchas, Chuquis, Aminga y Anillaco. Las plantaciones de olivo, vid y frutales encajan con el ambiente de forma armoniosa. Todo brilla. Ni una nube alrededor. Excelente cosecha.

Epígrafes: 1) Caminos fantásticos por la inmensidad de una naturaleza que en muchos casos se abre ante los ojos como sinónimo de lo virgen
2) La Rioja es un placer que disfrutan visitantes de todo el país y de muchos puntos del mundo

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