Un lugar del encuentro y la camaradería, típico del agradable “microclima” pueblerino, donde diariamente los “habitué” comparten horas de distracción, consultas, comentarios de negocios (el infaltable fútbol) y esporádicamente alguna que otra discusión o disputa dialéctica “subida” de tono. Todo bajo la eficiente atención de sus propietarios, donde el querido Roberto “Chiquito” Molinari (alma impulsora), su esposa Norma, sus hijos Hugo y Diego, Sandra y Judith y el “bajito” Joaquín no cesan en multiplicarse para que los parroquianos pasen un sano momento de distracción.
El uno de octubre cumplieron sus cincuenta años de vigencia comercial, agasajando a los clientes habituales y receptando numerosos presentes en recordación del acontecimiento.
Reconocimiento comunitario merecido, por su afán de brindarse como verdaderos conocedores del rubro y propios de un lugar apreciado por los habitantes locales y donde a decir de los entendidos “se sirven las mejores picadas de la provincia de Córdoba”.
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