Escriben:
Lucy Suárez de Etchegaray
Héctor Juan Zanettini

Se considera junio el mes belgraniano, ya que nuestro ilustre prócer nació el 3 de junio de 1770 y falleció el 20 de junio de 1820.
Manuel Belgrano, como el firmaba, fue el sexto hijo entre los catorce que tuvo la pareja conformada por Domingo Belgrano y Peri, italiano de nacimiento, y María Josefa González Casero, porteña, pero con ascendencia en tradicional familia de Santiago del Estero.
Su casa natal era de la categoría que correspondía a una familia pudiente. Estaba ubicada en la actual avenida Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, al número 430, a media cuadra del Convento de Santo Domingo. Fue demolida a fines del Siglo XIX y en el edificio que ocupa el lugar puede verse una placa que dice: "Solar histórico. Aquí nació y murió Belgrano...".
En este hogar cristiano, regido por el orden y la austeridad en los usos y costumbres, con inclinación por lo intelectual heredado de su padre y profundo sentimiento por su tierra natal, inspirado por su madre cuya familia estaba ya radicada en Santiago desde 1700, fueron educados sus numerosos hijos.
La enseñanza primaria la recibió Manuel de los padres domínicos, quienes dictaban cursos de Filosofía que, a pesar de la niñez, despertaban su interés. Luego ingresó en el Real Colegio de San Carlos, donde aprendió Latín, Lógica, Física, Metafísica, Etica y Literatura. Con sólo 16 años de edad ya había estudiado todo lo que en esa época podía enseñarse, gracias a su brillante intelecto. Pero su padre quería orientarlo hacia el estudio del comercio y decidió enviarlo para ello a España.
Sin embargo, al llegar y conocer la Universidad de Salamanca, se matriculó para iniciar sus estudios de Derecho.
Allí cursó dos años, siendo discípulo del gran economista español Campomanes. Se inscribió luego en la Universidad de Valladolid, donde completo su Bachillerato en Leyes y después de rendir un examen en la Cancillería, se graduó de abogado a los 22 años de edad.
Pero siendo aún estudiante en la Universidad de Salamanca, fue elegido por sus profesores y condiscípulos como presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política.
Con el título habilitante para el ejercicio de la profesión, se instaló en Madrid y trabajó con prestigiosos colegas.
En las cartas a sus padres denota su afición por los viajes y el estudio de las lenguas vivas, que le permitió leer a los más destacados economistas de esa época en el idioma original.
Durante los ocho años de permanencia en España tuvo trato con distinguidos personajes que le abrieron las puertas en la Corte. Sin embargo, su pensamiento estaba puesto en trasladar a la Patria las "ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad", según sus propias palabras (ver en su autobiografía).
Llegamos así a casi la mitad de su vida. En Buenos Aires fue creado el Consulado, y a pesar de su juventud, Belgrano fue nombrado secretario perpetuo del mismo, lo que motivó su regreso.
Así se formó este hombre clave; las gloriosas páginas que siguen son más conocidas por todas.