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Fachada que también es parte de la identidad villamariense |
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Quienes pertenecen a la Orden de los Trinitarios conforman una familia religiosa que tuvo fuerte raigambre en la Europa de la Edad Media, y que con el paso de los años se extendió alrededor del mundo. Fue fundada en Francia por San Juan de Mata, y aprobada por la Iglesia Católica en 1198. Nació durante la época de las cruzadas, siendo su objetivo “redimir y restituir a sus hogares” a los cristianos que eran apresados por los mahometanos y llevados al Africa. Por la labor llevada a cabo en aquella sangrienta guerra, algunos estudiosos aseguran que es la primera versión de lo que hoy se conoce como Cruz Roja Internacional.
A nuestra ciudad llegaron bastante después, en 1913, de la mano del Padre Carlos de Jesús y María, enviado desde España. Su zona de influencia se dispersó también en siete pueblos de los alrededores: Dalmacio Vélez, Pampayasta, Las Perdices, Arroyo Cabral, Luca, La Palestina y Ticino. En 1938 nace oficialmente la Casa Religiosa de Villa María y ese mismo año, comienza la construcción de la futura capilla. Esta se inauguró en 1939 y pasó a ser Parroquia en 1960. Erigida en calle General Paz casi Bulevar Vélez Sarsfield, forma parte del Instituto la Santísima Trinidad. Instalados en el terreno que nos compete, echémosle un vistazo.
Afuera y adentro
Ya desde la fachada, la Parroquia Santísima Trinidad refleja la identidad de la Orden. Una imagen diáfana y modesta recorre el frente, con beige dominante. Torre central con campanario, techo a dos aguas, y entrada principal de arco redondeado. Dos puertas laterales, un manojo de vitrales, detalles en yeso y la marca de la cruz en rojo y azul (los colores de la Orden), completan la postal.
Adentro, lo sencillo sigue determinando la línea general, aunque el trabajo realizado en muros añade aires majestuosos al conjunto. El celeste da idea del reino de los cielos en techos y pinturas frontales, mientras que un dorado desgastado manifiesta redención y el paso del tiempo. La pintura y decoración estuvo a cargo, cuando no, de Fernando Bonfiglioli. La mano del eximio artista se aprecia en cada gambeta de pincel.
La estructura general es de estilo romano moderno, erigido en ladrillo, y de techo recubierto con tejas españolas. Con 42 metros de largo y 18 de ancho, tiene tres naves, que se ven rematadas en un vasto crucero. Allí descansan tres altares, construidos en mármol blanco: el mayor está consagrado a la Santísima Trinidad. Los dos restantes, ubicados a los laterales, a la Virgen del Buen Remedio y al Sagrado Corazón de Jesús.
Además, destacan los 15 ventanales que preñan de luz natural al recinto, incluyendo los 50 bancos de cedro donde aterrizan los fieles, y los cuatro confesionarios. Mirando hacia arriba, el visitante descubre inscripciones embadurnadas de cierta mística: “Dolorosos”, “La Sagrada Familia”, “Misterios”, “Gozosos”, “Gloriosos”, “El Santo Rosario”, son algunas de ellas.
Expresiones sueltas que sin dudas forman el carácter de la Orden en todo el mundo. En Villa María, también.
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