La oficina de campaña de John McCain se ha encontrado con un problema: varios de los vídeos de apariciones de candidatos en televisión que tenían en su página, hospedados en YouTube, han sido eliminados, en virtud del cumplimiento de ley de propiedad intelectual de aquel país, tras los correspondientes avisos de anulación de las televisiones en las que habían sido emitidos. Hasta aquí, todo normal: uno más de tantos excesos cometidos en virtud de una ley perniciosa que criminaliza la producción y la diseminación de tecnología que, al dictado del lobby de una industria de los contenidos de gatillo fácil, se aprobó para proteger los intereses de quienes aspiran a ser reconocidos como los únicos con derecho a crear.
Sabrosamente, un poco de “justicia divina” aparece al darse cuenta de que, por esas cosas de la política, el Senador McCain, hoy candidato, fue hace unos diez años uno de los impulsores activos de la aprobación de esa misma ley que hoy tan incómoda y molesta le resulta. La sensación continúa al revisar el programa de tecnología de John McCain y se encuentra con que todas sus líneas generales siguen esa misma vocación, esa concepción de “economía de la escasez” y de contenidos como patrimonio exclusivo de unos pocos con derecho a gestionarlos: protección a ultranza de la industria de los contenidos por encima de todo, esa visión talibán, de persecución de eso que llaman despectivamente “piratería”, la idea de propiedad intelectual como un activo industrial que hay que proteger de las hordas de bárbaros que la intentan robar. Ahora, McCain se encuentra con que en su programa electoral defiende a capa y espada a esa industria que le impide tomar su propia imagen emitida en una televisión y reutilizarla para su campaña electoral, en uno de esos rizos absurdos y contra natura que suelen ofrecer los planteamientos de un concepto tan inadaptado a los tiempos que corren como el de la propiedad intelectual. A McCain, la cámara no le ha tomado simplemente unas imágenes: le ha robado el alma. Y ahora, se niega a devolvérsela.
Con su pasado y su programa, ver ahora a los responsables de la campaña de McCain reclamando su derecho al “fair use”, una de las excepciones de la cuestionada Ley de Propiedad Intelectual, está entre lo irónico, lo patético y lo ridículo. Es lo que tiene favorecer a quien no debes: que acabas tomando de tu propia medicina.
Fuente: enriquedans.com
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