Acaso resultó el show más accidentado que tuviera que lidiar Fidel Nadal en los últimos tiempos. Y tal vez, la puesta musical más improvisada que se haya desarrollado en Jerusalem, amén de la trayectoria del artista que se presentaba. El sábado pasado, el ex líder de Todos Tus Muertos arribó al local de calle San Juan, en el marco de una serie de actuaciones en la provincia (el viernes en Córdoba y en la noche sabatina, un doblete con Santa Rosa y nuestra ciudad). A dos años de su última visita a Villa María -en el club Ameghino, en 2009- el cantante descendiente de angoleños y adherente a la cultura rastafari había acumulado expectativas en el público local tras su ascendencia en la cuota mediática (TV más radios) a fuerza de hits pegadizos y letras “cool”, además, en pleno auge del reggae nacional. Tal vez por ese trajín de giras a los apurones, Fidel -y sus productores que especialmente deben velar por la imagen del artista- cometió el pecado de llegar sobre la hora y “enchufar” en la compu las bases de sus temas para imprimir su voz encima. En la primera vez, en la segunda y así sucesivamente, las pistas iniciaban y se cortaban a la mitad. Más allá del optimismo inusitado de Román Gutiérrez, el dueño del local, quien -vale destacar- subió a escena a explicar lo acontecido y arengar al casi centenar de personas que había asistido (y abonado $60), el problema técnico no se solucionó. Y Fidel debía partir a nuevo destino. En resumen, se escucharon a medias los éxitos “Luz y compañía”, “Internacional love”, “Emocionado”, “Todo vuelve a su lugar”, “Carita de alfajor” y un par más. Así y todo, el público cantó, meneó, saltó y coreó su nombre como si hubiera brindado el recital de su vida. Al parecer, el axioma “Don´t worry, be happy” todavía funciona.

Juan Ramón Seia